Hoy se celebra a San Juan Diego, el vidente de la Virgen de Guadalupe
Por Redacción Central.
ACIPRENSA, 9 de diciembre de 2023.
Cada 9 de diciembre, pocos días antes de celebrar la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, recordamos a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, en cuyos vestidos quedó impresa la imagen de la Madre de Dios.
“¡Amado Juan Diego, ‘el águila que habla’! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que ella nos reciba en lo íntimo de su corazón”, exclamó con voz potente el Papa San Juan Pablo II durante la homilía de la misa de canonización de San Juan Diego, el 31 de julio de 2002.
Con estas palabras el Papa le pedía al vidente de Guadalupe que nos muestre el camino del amor y piedad a nuestra madre, la Virgen María, para que todos los fieles la amemos como este santo la amó: con corazón inocente y puro.
Quizás por eso, hoy, como ayer, cada vez que queremos desearle el bien a alguien -por ejemplo a un hijo- debamos decirle: “Que Dios te haga como Juan Diego”.
Juan Diego, fruto maduro de la evangelización de América
De acuerdo a la tradición, San Juan Diego nació en 1474 en Cuautitlán, entonces reino de Texcoco (hoy territorio mexicano), una región habitada por etnias chichimecas. Su nombre era Cuauhtlatoatzin, que significa “Águila que habla” o “El que habla con un águila”.
Siendo ya un hombre maduro y con una familia a cuestas, Juan Diego empezó a conocer la religión que había llegado con los foráneos. Se sintió interpelado por esta gracias a las enseñanzas que impartían los franciscanos arribados a territorio mexicano en 1524.
Un tiempo después, Juan Diego recibiría el bautismo junto a su esposa, María Lucía. Luego se casarían cristianamente, aunque su matrimonio no duraría mucho debido a la intempestiva muerte de María Lucía.
La Madre del cielo se apareció en el monte
El 9 de diciembre de 1531, estando Juan Diego de camino por el monte del Tepeyac, se le apareció la Virgen María. La “Señora”, como empezaría a llamarla, se presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios”. Ella le encomendó que se presentara ante el obispo capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, para pedirle en su nombre que se construya una iglesia en aquel lugar.
Juan Diego accedió a llevar la petición de la Señora al obispo, pero este no le creyó y se negó a cumplir el pedido. La Virgen, entonces, se le apareció de nuevo a Juan Diego y le pidió que insistiera. Al día siguiente, el indígena volvió a encontrarse con el prelado, quien, escéptico, lo interrogó sobre la doctrina cristiana y le pidió pruebas del prodigio que relataba.
El milagro de las flores
El martes 12 de aquel diciembre, la Virgen se presentó nuevamente a Juan Diego y lo consoló porque se hallaba muy triste, invitándole a subir a la cima de la colina del Tepeyac para que recogiera flores y se las trajera.
A pesar de lo agreste del lugar y de que era invierno, San Juan Diego accedió con sencillez al pedido de la Virgen. Cuando llegó a la cima del monte encontró un brote de flores muy hermosas. Entonces las recogió y las colocó, bien envueltas, en su “tilma” (nombre del manto típico con el que se revestían los indígenas de la región). La Virgen luego le pidió que se las llevara al obispo.
Estando frente al prelado, el santo soltó la parte delantera de su tilma para dejar caer las flores. Sorprendentemente, al precipitarse estas dejaron expuesta sobre el tejido una imagen femenina, de piel morena y rasgos indígenas. Era la imagen de la “Señora”, la Virgen de Guadalupe.
Desde ese momento, aquel prodigio se convertiría en el corazón espiritual de la Iglesia en México y en una de las mayores devociones marianas del mundo. La Virgen de Guadalupe habría de cambiar el rumbo de la Evangelización de los pueblos americanos y sellaría para siempre el vínculo entre la cultura hispánica y la de los pueblos originarios de América.
Con la autorización del obispo, el templo consagrado a la Virgen de Guadalupe se empezó a construir en el Tepeyac, y San Juan Diego sería el primer custodio del santuario. El santo, por su parte, construyó una humilde casita para vivir al costado de la iglesia. San Juan Diego limpiaba la capilla y acogía a los peregrinos que visitaban el lugar.
Allí permaneció hasta el final de sus días, dedicado al servicio de la “Señora del Cielo”. San Juan Diego murió en 1548.
San Juan Pablo II beatificó a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en 1990 y lo canonizó en el año 2002. Su fiesta se celebra cada 9 de diciembre.
Una síntesis cultural forjada al calor de la Madre
Incontables bendiciones enriquecen la historia de la Virgen de Guadalupe. En esa historia, San Juan Diego ocupa un lugar primordial, cargado de simbolismo: fue un hombre de raza indígena, muy sencillo y de corazón puro, un laico como cualquier otro, pero de una devoción inmensa a la Madre de Dios.
Esta es una historia que invita a contemplar a la Madre y renovar el esfuerzo evangelizador en América y en el resto del mundo. Gracias a Juan Diego, María le regaló a todos sus hijos una prueba fehaciente de que Ella está siempre cerca del corazón de todos los pueblos.
Más información en el especial de San Juan Diego.
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Cada 9 de diciembre, la Iglesia Católica celebra la festividad dedicada a San Juan Diego, el vidente de la Virgen de Guadalupe. Reconocido por el acontecimiento guadalupano entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531, su vida tiene muchos detalles que son desconocidos por muchos.
1. Su nombre y conversión
El periodista y escritor Carlos Villa Roiz, autor de libros como San Juan Diego, su mundo y su tiempo, indicó en entrevista con ACI Prensa que San Juan Diego fue originalmente nombrado como “Cuautlatoatzin, palabra náhuatl que significa águila que habla”.
Asimismo, explicó que fue Fray Toribio de Benavente, apodado por los propios indios como Motolinía y fue uno de los primeros 12 misioneros franciscanos españoles que llegaron a México para evangelizar, quien le otorgó el nombre de Juan Diego después de bautizarlo.
Si bien se desconoce cómo fue la conversión del indio, porque “en los primeros años de evangelización no hay ningún tipo de registro”, el escritor señala que el Nican Mopohua —documento histórico que relata las apariciones de la Virgen—, señala que cada sábado Juan Diego recibía lecciones de catecismo en el Colegio de Tlatelolco, en la actual Ciudad de México.
Desde su casa, en la región en la que hoy se encuentra Cuautitlán, al lugar donde era evangelizado recorría una distancia de unos 28 kilómetros. Recorrer ese camino a pie actualmente tomaría al menos seis horas.
“En ese trayecto es donde ocurre precisamente la aparición de la Virgen de Guadalupe”, indicó el escritor.
2. Su contexto político y social
En su libro San Juan Diego, su mundo y su tiempo, Villa Roiz hace una investigación de los acontecimientos más importantes que ocurrieron durante el periodo de vida del santo.
Al estudiar lo que ocurría en ese tiempo, el escritor intuye que Juan Diego sufrió, como la mayoría de indígenas de la época, de granizadas que “echaron a perder las cosechas”, así como temblores en el que “desquebrajaron cerros” y tres epidemias, “una de las cuales afectó a su tío Juan Bernardino”.
Destaca que también le tocó vivir fenómenos políticos como los reinados de seis tlatoanis de México y el reinado de dos monarcas españoles, y también vio llegar a tres órdenes religiosas: los franciscanos, dominicos y agustinos.
3. Su familia
El Nican Mopohua revela que Juan Diego era sobrino de Juan Bernardino y, ante la enfermedad de este último, decidió atenderlo antes que cumplir con el encargo de la Virgen.
La Virgen luego le confirmó a San Juan Diego que su tío había sido milagrosamente curado. Ella misma se apareció a Juan Bernardino, y fue a él quien le dijo su nombre: Santa María de Guadalupe.
Por otra parte, la tradición afirma que Juan Diego estuvo casado con María Lucía, con quien fue bautizado. El sitio web del Vaticano indica que el “matrimonio cristiano vivió castamente hasta la muerte de su esposa, fallecida en 1529”.
“Mucho se ha hablado de si tuvo hijos o no. Bueno, con María Lucía, su esposa al momento de las apariciones, no tuvo hijos”, afirma Villa Roiz.
4. Su muerte
Villa Roiz asegura que Juan Diego murió alrededor del año de 1548, el mismo año que falleció el Obispo Fray Juan de Zumárraga, a quien le presentó la imagen milagrosamente estampada de Santa María de Guadalupe. Es decir, a la edad de 74 años, 17 años después de la aparición de la Virgen.
“Hay un documento que se llama Códice 1548, encontrado por el P. Xavier Escalada, en el que presuntamente se conmemora, como si fuera una esquela, la muerte de Juan Diego. Pero no está del todo científicamente probado”.
También se sabe, menciona, “que fue enterrado junto a la ermita de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac. Ahí él le había mandado a construir un cuartito y en ese cuartito fue enterrado”.
5. Es el primer santo indígena de América Latina
San Juan Diego fue canonizado por San Juan Pablo II el 31 de julio de 2002, convirtiéndose en el primer santo de raza indígena de América Latina.
Más tarde, los Santos Niños Mártires de Tlaxcala se unieron a esta lista el 15 de octubre de 2017, canonizados por el Papa Francisco. Estos mártires fueron los primeros laicos católicos americanos que sufrieron el martirio en defensa de la fe católica dentro del territorio mexicano.