Sanar atavismos machistas, pro Ley Olimpia

Ciberviolencia en México: “las medidas punitivas no cambian los estereotipos”

(DW, 251122).- Aunque México la tipificó en 2018, la ciberviolencia ha ido al alza. Las medidas punitivas no cambian las estructuras patriarcales ni los estereotipos que generan violencia, opinan especialistas consultadas por DW.

 

Una “pornovenganza” por parte de su ex pareja llevó a la joven Olimpia a luchar por la penalización de la violencia digital en su país. A los 19 años presentó un proyecto de ley que tardó años en ser aprobado. En México, la “Ley Olimpia” ha sido aprobada entretanto en 28 Estados.

 

“Se reformó la ley que reconoce el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia y se tipificó en el código penal los actos de acoso, hostigamiento, amenazas y demás violencias en el espacio digital”, explica a DW Selma Maxinez, del Círculo Feminista de Análisis Jurídico de México. “Y aunque está bien que se reconozca la violencia digital, esta ley punitiva no ha cambiado las cosas”, afirma Maxinez.

 

Aterradora situación

“La situación en México, al igual que en todo el mundo, está muy complicada. Ha aumentado muchísimola violencia digital. Las mujeres que más sufren este tipo de violencia tienen entre 18 y 30 años, una población muy joven usuaria de Internet”, apunta. Efectivamente, según consta en un informe de Spotlight, la iniciativa de la Unión Europea y ONU Mujeres para erradicar la violencia contra las mujeres, la tendencia es global.

 

Los datos son demoledores: la mitad de los responsables de violencia digital son personas conocidas previamente por las mujeres víctimas; un 77% de las víctimas de ciberacoso ha sufrido alguna forma de violencia física por parte de una ex pareja y en el 29% de los casos de violencia doméstica el agresor ha utilizado un spyware o la geolocalización para controlar a su víctima.

 

En el caso específico de México, estudios realizados en 2017 registraban que las mujeres reciben más propuestas (30,8% frente a 13,1%) o contenido sexual (23,9 frente a 14,7%) no solicitado que los hombres. Un grupo especialmente atacado en las redes son las mujeres periodistas.

 

Mundos contiguos

Como fuere, los especialistas previenen de creer en la división entre mundo real y mundo digital. Ambos espacios son contiguos, de un continuum habla el informe. Y los datos lo sustentan.

 

“Los números durante la pandemia aumentaron. Ahora tenemos entre 10 y 11 mujeres asesinadas al día. En el momento más álgido del confinamiento se registraron 143 llamadas de emergencia por algún tipo de violencia por hora. Fue algo terrible; la verdad es que ni el Estado y sus instituciones de emergencia ni los servicios de justicia estaban preparados para responder a una situación tan brutal”, cuenta Maxinez, puntualizando que desde hace diez años en el código penal federal consta el feminicidio.

 

“En principio, sobre el papel, parecería que México ha adoptado medidas contra la violencia de género”, explica a DW María Eugenia Rodríguez Palop, eurodiputada por España. “México contabiliza los feminicidios desde el 2015 y tiene nueve tipos penales sobre violencia de género que quiere ampliar a 16. Parecería que todo está legislado. Pero estamos hablando de once asesinatos al día y de que el problema se perpetúa”, subraya Rodríguez Palop, vicepresidenta de la Comisión de la Mujer e integrante de la delegación para las relaciones con México de la Eurocámara.

 

¿Por qué se perpetúa la violencia?

“Aunque la buena voluntad política ha adquirido cuerpo legislativo, no se traduce en hechos y los resultados son exiguos”, afirma Rodríguez Palop. Remitiéndose al fallo de Campo Algodonero por los feminicidios en Ciudad Juárez, “por primera vez se condenó a un Estado como autor, cómplice y encubridor. Toda esta violencia se enmarca en una cultura profundamente patriarcal”, afirma.

 

¿No es de extrañar entonces que sean populares en redes sociales hashtags como #sinotegolpeanoteama o #sermachistaeshermoso? Según consta en el informe de Spotlight, un estudio de 2017 identificó Twitter como la plataforma de mayor incidencia de discurso de odio contra las mujeres y a Facebook como la red social donde se registran la mayor cantidad de agresiones contra las mujeres que se pronuncian a favor de la igualdad de género. A este respecto, Ciudad de México incluyó en su legislación la posibilidad de solicitar medidas de protección específicas en casos de violencia digital. ¿Un avance? “Las autoridades no tienen la tecnología suficiente para investigar de manera exhaustiva”, responde Maxinez.

 

En general, “se detecta una falta de contundencia en la lucha contra el patriarcado que genera estructuras de violencia, a veces institucionalizada en una Fiscalía General y un poder judicial estériles y en la policía y la brutal militarización en México. Por todo ello, en vez de haberse combatido la violencia de género, ésta se ha agravado, han puesto al lobo a cuidar a las gallinas”, resume Rodríguez Palop.

 

Así las cosas, “las medidas de protección que se contemplan en la ley general y en algunas leyes locales no son suficientes en la realidad. Por otro lado, las redes sociales deberían tener regulaciones internas que hasta el momento no existen y solamente censuran lo que ellos consideran “sensible”, sin un enfoque de derechos. Las medidas punitivas de la Ley Olimpia no cambian las conductas basadas en estereotipos que crean discriminación en el mundo real y digital y violencia que llega a ser letal”, concluye Maxinez.

 

(ers)

 

NOTA RELACIONADA

 

La violencia en México se ensaña con las trabajadoras sexuales

Un informe independiente documenta la vulnerabilidad y la desprotección de menores y mujeres mexicanas y latinoamericanas que se dedican al trabajo sexual.

 

 

Mujeres en una calle.

La prostitución aumenta de indefensión.

 

En 2015 apenas un puñado de medios locales reportaron la desaparición de más de 40 trabajadoras sexuales en Tamaulipas, uno de los estados más violentos de México. Se negaron a pagar “derecho de piso” al crimen organizado. Hasta el momento se ignora qué pasó con ellas.

 

Como este caso, hay muchos más. Historias que no figuran en medios ni en cifras oficiales de feminicidios o de agresiones contra mujeres y menores a causa de un sistema corrupto que invisibiliza el trabajo sexual, aunque se beneficia de él, concluye el informe “Indicadores de violencia de género en el mundo laboral de las trabajadoras sexuales en México”.

 

“Nosotras mismas hicimos el informe porque hay mucha violencia detrás del trabajo sexual. Es preocupante que mayoritariamente la ejerce el Estado.

 

¿Cómo terminaremos con ella, si no visibilizamos lo que sucede?” Es la pregunta que se hace Elvira Madrid, presidenta de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”, la ONG autora del estudio, donde se describen 30 indicadores de los problemas padecidos por este sector, de los cuales 22 son provocados por servidores e instituciones públicas.

 

Violencia sistémica

La evidencia son los testimonios de 45 mujeres, quienes narran -entre dolor y pánico- sus experiencias con clientes, proxenetas, parejas, patrones, policías y otros, en 14 estados del país, más su capital. DW habló con algunas de ellas, cuyas identidades han sido modificadas.

 

Hecha en coordinación con el Secretariado Internacional de la Alianza Global contra la Trata de Mujeres, la publicación documenta toda clase de violencias: sexual, laboral, psicológica, física, económica y patrimonial, además de familiar, social e institucional.

 

Los relatos son de trabajadoras sexuales de 20 a 68 años, procedentes de países como Cuba, Guatemala, Honduras, Nicaragua y principalmente México. Entre ellas hay cinco mujeres trans y nueve indígenas mexicanas y guatemaltecas. En paralelo, hacen un bosquejo de la violación constante de sus derechos básicos, la impunidad y la colusión entre agresores.

 

“Retratan un caso de violencia sistémica, patrocinada desde las estructuras del Estado mexicano, que privilegia la obtención de ganancias de empresarios y políticos y que ignora su responsabilidad de garantizarles una vida libre de violencias”, dice el documento.

 

Vidas que no importan

“Este informe es un grito conjunto de ‘Ya basta’ porque nos están matando y nadie hace nada”, sentencia “Alondra” durante la presentación realizada en Ciudad de México, en vísperas del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25.11.2022).

 

“¿Dónde están las compañeras asesinadas en la calle, en bares u hoteles, que ya no verán la luz ni regresarán a casa, violadas y muertas por policías y padrotes?”, agrega la mujer transgénero, quien dice que los crímenes de odio contra las personas de su condición sexual son alarmantes en el país.

 

Brigada Callejera asegura que los 11 feminicidios reportados a diario en México son más, ya que los asesinatos de trabajadoras sexuales o producto de la trata de niñas y jóvenes se ocultan.

 

“Mariana”, madre de siete hijos, teme por su vida. Su pareja, un comerciante de la capital mexicana “que se siente protegido”, la golpea brutalmente, la amenaza con dañar a sus nietas pequeñas, le quita su dinero, si no se somete a su voluntad. Cuando ha intentado denunciar, las autoridades “no han querido proceder por lo que soy. Nos están dejando morir, aunque compran nuestros servicios”, relata la mujer. “Nadie hace algo para parar tanta niña o mujer muerta, les vale. No quiero que me maten. Estamos peor que nunca”.

 

Servidores públicos

Según el informe, un 73 por ciento de los responsables que atentan contra las trabajadoras sexuales son servidores públicos del sector salud y judicial, defensorías, instituciones de seguridad o derechos humanos, entre otros.

 

“María”, de casi 60 años, afirma: “A nosotras no nos dan becas ni ayudas del gobierno (para madres solteras y adultos mayores), los funcionarios obstaculizan ese apoyo. También nos niegan atención en hospitales cuando saben que eres”. Lo mismo sucede con otros servicios gratuitos como pruebas de VIH y Papanicolau, condones, acceso a la educación o asistencia legal.

 

En opinión de Elvira Madrid, una socióloga que hace 33 años decidió luchar por estas mujeres, “nadie quiere perder las ganancias de extorsionar a las compañeras, mucho menos los dueños de negocios como hoteles, cuartos, cantinas, bares y lugares asociados porque se les va el dinerito”.

 

Del sueño americano al sexo pagado

Migrar a México, con o sin papeles, ha llevado a muchas mujeres de Centro y Sudamérica a recurrir al trabajo sexual. Algunas buscan llegar a Estados Unidos, otras solo escapan de la pobreza o los conflictos en su país.

 

Del 17 al 20 de noviembre de 2022, el Instituto Nacional de Migración informó la detención de más de 16,000 migrantes, la mayoría de países latinoamericanos.

 

“Carmen”, de 55 años, llegó hace cinco años de manera legal a Tapachula, Chiapas, donde Brigada Callejera tiene otra sede. Salió huyendo de Honduras, amenazada de muerte por los mismos mareros que asesinaron a su marido, para robarle. Dejó atrás seis hijos, al cuidado de su madre. Empezó como ayudante en una cocina, cerrada por la pandemia. Luego le robaron sus documentos, pero desistió de renovarlos porque (las instancias migratorias) “cobran por todo, dinero que no tengo. Nadie me contrataba por ilegal”. Para no morir de hambre y mandar dinero a su familia, vende sexo, aguantando golpes y extorsiones de “la migra”.

 

El informe, además, pide abolir tres pilares fundamentales del engranaje de violencia laboral contra las trabajadoras sexuales en el México actual, es decir, el control sanitario, la pérdida de la patria potestad de sus hijas o hijos menores de 12 años y la prohibición del trabajo sexual.

 

El caso de “Claudia” es una muestra. El padre de dos de sus hijos se los quitó nueve años atrás. Pese a que el mexicano nunca los reconoció legalmente ni los mantuvo, logró que la institución oficial protectora de infantes de México le concediera su tutela “solo por lo que me dedico”, narra la salvadoreña de 31 años.

 

Antes de ser trabajadora sexual en un parque de Chiapas, fue empleada doméstica, luego mesera. No obstante, recibir 90 pesos (4.5 dólares) diarios por 12 horas de trabajo no era suficiente para alimentar a la familia. “Una amiga mesera me convenció de trabajar en eso en mi día de descanso porque se gana mejor”, 200 pesos (10 dólares), más hotel. Después, “Claudia” conoció un electricista del que se embarazó, pero otras trabajadoras sexuales, celosas de tener competencia, le provocaron un aborto a golpes.

 

La pandemia duplicó el trabajo sexual

Un diagnóstico de 2019, realizado por Brigada Callejera, estimó en 7.500 las trabajadoras sexuales en las calles de la capital mexicana. Después de febrero de 2020 la cifra se ha duplicado. A la fecha, explica Elvira Madrid, “hemos contabilizado 15.200 porque muchas mujeres perdieron su trabajo, producto de la pandemia. Cerca del 40 por ciento fueron despedidas de tiendas de ropa, papelerías, restaurantes y comercios”.

 

En el imaginario colectivo prevalecen muchos estigmas sociales en torno a este oficio, al cual se dedican más de 800,000 mujeres en todo el país, de acuerdo con la ONG.