Jesùs, el amigo màs fiel; ni chantajea ni abandona

El Papa: “Pidamos la gracia de ver a Jesús como nuestro Amigo más grande y fiel”

En la catequesis de la audiencia general de este miércoles, el Santo Padre retomó el tema del discernimiento cuyo elemento principal es la oración, la misma que permite dirigirnos a Dios como a un amigo, con la espontaneidad y afecto que vence al miedo de no ser amados por Él.

Vatican News, 280922.

 

La oración como un recurso indispensable para el discernimiento espiritual centró la catequesis del Papa Francisco, en la audiencia general de este miércoles realizada en la Plaza de San Pedro. Se trata de la tercera catequesis dedicada al tema del discernimiento que como dijo el Santo Padre es “un acto importante” que nos permite tomar las decisiones y hacer elecciones esenciales en nuestras vidas. Y así como es importante escuchar al corazón para tomar buenas decisiones la oración afectiva permite entrar en intimidad con el Señor, como con un amigo que quiere nuestro bien y no nos chantajea.

 

La oración afectuosa

“La oración es una ayuda indispensable para el discernimiento espiritual, sobre todo cuando involucra a los afectos, consintiendo dirigirnos a Dios con sencillez y familiaridad, como se habla a un amigo. Es saber ir más allá de los pensamientos, entrar en intimidad con el Señor, con una espontaneidad afectuosa”.

 

Para el Pontífice este es el secreto de la vida de los santos, la “familiaridad y confidencia con Dios, que crece en ellos y hace cada vez más fácil reconocer lo que a Él le agrada”. Una familiaridad, añade el Papa que también permite vencer el miedo o dudar de que la voluntad de Dios sea realmente “por nuestro bien”, un temor y una incertidumbre que como una tentación “a veces atraviesa nuestros pensamientos y vuelve el corazón inquieto e inseguro”.

 

No somos solo razón

“El discernimiento no pretende una certeza absoluta, porque se refiere a la vida, y la vida no siempre es lógica” y no se puede encerrar en “una sola categoría de pensamiento”, aclara el Santo Padre. Porque, aunque queramos saber con precisión qué habría que hacer, e incluso logramos saberlo, explica el Papa, no actuamos en consecuencia.

 

“No somos solo razón, no somos solo máquinas, no basta con recibir instrucciones para cumplirlas: al igual que las ayudas, los obstáculos para decidirse por el Señor son sobre todo afectivos”.

 

Dios quiere nuestra felicidad

Francisco plantea entonces la duda que inculca el demonio en el hombre, “la de un Dios que no quiere nuestra felicidad”, una falsa imagen de Dios, que en el primer milagro realizado por Jesús en el Evangelio de Marcos narra un exorcismo.

 

“Muchos, también cristianos, piensan lo mismo: que Jesús puede ser el Hijo de Dios, pero dudan que quiera nuestra felicidad; es más, algunos temen que tomarse en serio su propuesta signifique arruinarse la vida, mortificar nuestros deseos, nuestras aspiraciones más fuertes. Estos pensamientos a veces se asoman dentro de nosotros: que Dios nos está pidiendo demasiado, o que quiere quitarnos lo que más queremos. En resumen, que realmente no nos ama”.

 

La tristeza de quien se aleja del Señor

En cambio, el Santo Padre recuerda que el “signo del encuentro con el Señor es la alegría”, pues la tristeza o el miedo, son signos de lejanía de Él. Como ejemplo, el Obispo de Roma coloca al joven rico que a pesar de haber tomado la iniciativa de seguir al “maestro bueno” no “guardo los mandamientos” y no quiso dejar sus riquezas y se aleja de Jesús “triste”.

 

“Quien se aleja del Señor nunca está contento, incluso teniendo a su disposición una gran abundancia de bienes y posibilidades”.

 

La “amable luz” de Dios

El Pontífice advierte que a si bien “discernir no es fácil, porque las apariencias engañan” y la familiaridad con Dios puede resolver las dudas y temores con suavidad, “haciendo nuestra vida cada vez más receptiva a su “amable luz”, una bonita frase, recuerda, del beato John Henry Newman.  En este contexto, el Papa subraya que los “santos brillan con luz reflejada y muestran en los gestos sencillos de su jornada la presencia amorosa de Dios, que hace posible lo imposible”. Lo mismo sucede, afirma, con la oración afectiva que gradualmente “nos hace cada vez más capaces de reconocer lo que cuenta”, como algo que brota de lo más profundo de nuestro ser.

 

“Pidamos esta gracia: vivir una relación de amistad con el Señor, como un amigo habla al amigo. Es una gracia que debemos pedir los unos por los otros: ver a Jesús como nuestro Amigo más grande y fiel, que no chantajea, sobre todo que no nos abandona nunca, tampoco cuando nos alejamos de Él”, concluyó Francisco.