En Busca de la Añoranza del Tren en Durango.

Hace aproximadamente 20 años los habitantes de Otinapa vieron pasar por última vez el tren, que alimentó la vida económica de los poblados con estaciones, sin que pudieran imaginar que ese día sería la última ocasión en que verían transitar la locomotora y sus vagones verdes atestados de duranguenses.

Como cada día, la gente se levantó temprano, prepararon las gorditas que vendían a los pasajeros del tren pero ese día no pasó, se extrañaron pero pensaron que se había descompuesto como había ocurrido en otras ocasiones, así estuvieron esperándolo toda la semana sin que este volviera a pasar.

Nadie les explico porque el tren ya no pasaría, ni mucho menos los motivos, relató Paula Acosta Corral, habitante de Otinapa, quien cuenta que el paso del tren por su comunidad era la principal actividad económica, ya que desde muy temprano se preparaban para vender gordas, jamoncillos, quesos y lo que podían a los pasajeros.

“Si viera cuánta gente venía, era mucha gente, la gran mayoría era gente de Durango que usaba el tren para pasear y disfrutar el paisaje, también venía gente del mismo pueblo que usaba el tren como medio de transporte ya que en aquel tiempo comprábamos el boleto en seis pesos, era más barato que el autobús”, dijo Acosta Corral.

Un día llegaron trabajadores a quitar los palos enterrados en el suelo conocidos como “durmientes” de las vías del tren sin dar explicaciones, fue cuando entendieron que ya no verían el tren; en la actualidad solo se observan unos pocos durmientes que formaron parte de las vías.

A doña Paula, al comenzar a recordar los momentos y la emoción que sentía cuando escuchaban el rugir de la maquina del tren, se le hace un nudo en la garganta, su vista se va al horizonte y alcanza a decir “el tren era quien le daba vida a este pueblo”.

“Esa sensación, que no se cómo decirle que sentía al escuchar el silbato del tren, yo sabía que ya se había asegurado las tres comidas a mi familia, al menos de ese día, aquí la gente vivíamos al día de lo que vendíamos” dijo Acosta Corral.

Actualmente, la estación del tren de Otinapa está descuidada, el techo es el que sufre mayor daño, pese a esto los paseantes buscan tomarse la foto del recuerdo porque no deja de ser un edificio antiguo y, si buscas un buen ángulo, puedes sacar una buena postal.

La casa donde vivía el encargado de esta estación hoy es ocupada por las hijas de Doña Paula, quien dijo que constantemente las amenazan de que las van a sacar, pero por lo pronto dan refugio a dos familias e incluso en la estación vive un joven del pueblo quien, a falta de un techo, está viviendo en una parte de esta vieja estación que fue la alegría de Otinapa y que está abandonada desde hace 20 años.