El Papa reclama condonar la deuda a los países pobres más afectados por el coronavirus.
Redacción ACI Prensa, 120420.
Desde la Basílica de San Pedro del Vaticano, sin fieles en la Plaza por las medidas de confinamiento debidas a la epidemia de coronavirus COVID 19, el Papa Francisco se dirigió este Domingo de Resurrección 12 de abril a la ciudad de Roma y al mundo con un mensaje en el que pidió el fin de las guerras en curso, el fin del comercio de armas y la condonación de las sanciones y deudas a los países pobres más afectados por el coronavirus.
El Pontífice, en el Mensaje Pascual que pronunció antes de impartir la Bendición “Urbi et Orbi”, pidió, principalmente, que finalicen las guerras en Siria, en Yemen y las tensiones en Irak y en Líbano, así como la reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos.
Reclamó también el final de la violencia en el este de Ucrania y de los atentados terroristas en diferentes países de África.
El Papa destacó que la Buena Noticia de la resurrección del Señor es como una “llama nueva en la noche de un mundo que ya enfrentaba desafíos cruciales y que ahora se encuentra abrumado por la pandemia, que somete a nuestra gran familia humana a una dura prueba”.
El Santo Padre señaló que la Resurrección de Cristo no es “una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal”.
En su mensaje, Francisco expresó un pensamiento especial “en los que han sido afectados directamente por el coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós”.
Lamentó que “para muchos es una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas económicos”.
Asimismo, señaló los efectos que la epidemia y las medidas para contrarrestarla sobre la vida de la Iglesia. “Esta enfermedad no sólo nos está privando de los afectos, sino también de la posibilidad de recurrir en persona al consuelo que brota de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación”.
“En muchos países no ha sido posible acercarse a ellos, pero el Señor no nos dejó solos. Permaneciendo unidos en la oración, estamos seguros de que Él nos cubre con su mano, repitiéndonos con fuerza: No temas, ‘he resucitado y aún estoy contigo’”.
Pidió a Jesús Resucitado que “conceda fortaleza y esperanza a los médicos y a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un testimonio de cuidado y amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces, hasta el sacrificio de su propia salud”.
El Papa hizo referencia también a la “preocupación por el futuro que se presenta incierto” por el confinamiento de la población. Preocupación “por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo”.
No obstante, este confinamiento también ha sido para muchos una ocasión “para reflexionar, para detener el frenético ritmo de vida, para estar con los seres queridos y disfrutar de su compañía”.
Animó también a las autoridades políticas de las naciones “a trabajar activamente en favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e instrumentos necesarios para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas”.
El Papa aseguró que no es tiempo para la indiferencia, “porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia”. En ese sentido, pidió que los “más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos”.
“Procuremos que no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos y, sobre todo, la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria”.
Reclamó que “considerando las circunstancias, se relajen además las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada, y se afronten –por parte de todos los Países– las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres”.
Insistió en que “no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas”.
Tampoco es “tiempo de la división” y pidió “a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo. No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas”.
“Que sea en cambio el tiempo para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado a Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en el Líbano. Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania. Que se terminen los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África”.
“Este no es tiempo del olvido”, continuó el Papa Francisco. “Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas. Que el Señor de la vida se muestre cercano a las poblaciones de Asia y África que están atravesando graves crisis humanitarias, como en la Región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique”.
Pidió que el Señor “reconforte el corazón de tantas personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que proteja a los numerosos migrantes y refugiados –muchos de ellos son niños–, que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía. Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria”.
El Papa Francisco finalizó el mensaje pidiendo que “las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre!”.
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