Venezuela: En el vértigo de una montaña rusa
Macky Arenas/Aleteia Venezuela | May 01, 2019
Fuera están las opciones. Dentro, las emociones
Llega el primero de mayo, Día del Trabajador, fecha en que los venezolanos salen de nuevo a las calles a pedir el cese de la usurpación. Es el objetivo primero y último, pues de sobra se sabe que con Maduro en el poder ningún otro tendría éxito. La represión ya se ha vuelto parte de la cotidianidad.
Las tanquetas en la calle y los colectivos armados de Maduro, así como las amenazas de Cabello se han vuelto parte del paisaje. Más que miedo, como en el Aikido, funcionan para el pueblo hastiado como un impulso que aprovecha la energía del contrario para devolver el golpe. La gente comprende que no hay alternativa, que a todo riesgo hay que seguir en la pelea.
El país no se agota porque en ello le va la libertad, el futuro y la vida. Luce agotado el régimen el cual, a punta de tanto denunciar la “injerencia extranjera” le ha tocado de su propia medicina. Este martes 30 de abril, Bolton -secretario de Seguridad Nacional de la Casa Blanca- reveló que jerarcas del régimen negociaban desde hace tiempo la salida de Maduro.
El presidente del Tribunal Supremo de Justicia y el ministro de la Defensa, nada más y nada menos, encaramarían a Maduro este martes en un avión que, con los motores encendidos, esperaba para salir hacia Cuba. No sólo no se ha producido nada que siquiera se parezca a un desmentido, sino que existe la certeza de que Rusia frustró el asunto, tal cual lo soltó el Secretario de Estado Pompeo, al tiempo que recordó -más a Rusia que a Venezuela- la posibilidad de una acción militar.
“Tenía todo listo para irse, y han sido fuerzas extranjeras las que lo han obligado a quedarse…”, dijo Juan Guaidó.
Un respetado historiador venezolano aseguraba que otros países tenían instituciones y nosotros, los venezolanos, corazones. Y parece llegado el momento de llevar al límite las emociones, el recurso más útil que podremos aportar en esta etapa complejísima que Guaidó, el hoy gran aglutinador de masas en Venezuela, ha llamado “la fase decisiva” de la Operación Libertad.
Los acertijos no proceden acá y no aportarían nada pues este país cambia de un minuto para a otro. Lo impredecible supera a los análisis más concienzudos. Hoy, un buen amigo internacionalista me confesaba: “Me siento como en una montaña rusa; anoche me acosté frustrado y pesimista. Pero hoy amanezco renovado por una serie de elementos que se han hecho presentes y me animan a pensar que vamos bien”.
Un antes y un después de la crisis venezolana
Pero una cosa es segura: Venezuela sienta un precedente que transformará la dinámica del mundo diplomático de manera irreversible y para mejor. Este escenario es completamente novedoso.
Tenemos doble presidente, doble tribunal de Justicia, doble parlamento, doble representación diplomática…en consecuencia, las decisiones internacionales también se toman hoy de manera diferente, comenzando porque la diplomacia es más de acción y menos de declaración. “La diplomacia de micrófono, a la que tan aficionados se habían vuelto los gobiernos, ha sido sustituida por la diplomacia de acción y de compromisos concretos”, observa el embajador Milos Alcalay, ex-representante de Venezuela en la OEA.
Baste recordar que por primera vez un conglomerado de 60 países reconoce un gobierno interino, lo que vale decir, desconocen al que pretende quedarse, usurpando el poder en contra de la voluntad popular. Por primera vez, un conjunto de sanciones se concretan, trastocando los planes fraudulentos de varios países en juego. Por primera vez los compromisos de hacen efectivos y se mantienen en el tiempo bajo la premisa “hasta que la democracia sea restaurada”. Y por primera vez, las decisiones internacionales se toman reconociendo las repercusiones comunes que una situación tan grave como la venezolana está generando y “exportando”.
Ruanda, los Balcanes y Siria son un reto a prevenir. Nadie quiere eso en el continente. Recordemos que ante el Apartheid en Suráfrica, todos condenaban pero no hubo quien desconociera al régimen. Los derechos humanos, como reclamo de la humanidad sufriente, han ganado espacio y reclaman su protagonismo en medio de los conflictos.
Hoy, hasta Sudán y Argelia, de haber mediado gestiones eficaces habrían, probablemente, en nombre de esos valores universales, sumado su presencia entre las decenas de naciones que hoy respaldan la lucha democrática del pueblo venezolano. “Pero falta -se lamenta un analista que prefirió guardar el anonimato- una representación permanente de Venezuela en la ONU que haga su trabajo de carpintería diplomática en lugar de privilegiar la foto y el foco”. En otras palabras, carecemos de lobbies que forjen una eficaz arquitectura para blindar la justicia y la paz en esas plataformas internacionales.
El nuevo pugilato
Hay un aspecto, aún más impresionante y novedoso, pero sobre todo de mayor significación para estos tiempos, debido también a la crisis venezolana. Por primera vez estamos en presencia, no de una guerra fría entre marxismo y capitalismo, sino entre democracia y dictadura. Es el signo de los tiempos. Se ha dibujado claramente una línea divisoria entre los países con gobiernos sustentados por la fuerza o que acarician la tentación totalitaria y los gobiernos sinceramente democráticos, más allá de las fallas de que adolezcan. Los primeros, respaldan al régimen madurista pues se ven en ese espejo y, como decía Neruda de los violentos, ”lo que ven no es grato ni para ellos mismos” .
El temor opera allí como mecanismo disuasivo. Para los segundos, aunque movidos por la solidaridad democrática y humana visto el drama venezolano, lo disuasivo es la expansión que para la región representa una migración masiva –como jamás se había visto en el continente- planteando problemas de serias consecuencias que se traducirían pronto en inestabilidad y conflictos sociales y políticos posiblemente inmanejables.
De manera que la tendencia internacional es la pugna entre la visión totalitaria del gobierno y la opción por el manejo abierto y plural de la conducción política.
Juego de tronos
Es lo que vemos en Venezuela hoy, convertida en un tablero cuyo juego está fuera de su territorio. Por mucho tiempo privó la falta de visión política acerca de la verdadera naturaleza del régimen que hoy oprime al pueblo. No sólo los funcionarios maduristas, tampoco la oposición, tienen una carta de navegación. El ajedrez se juega en otra mesa. Las cosas se han dejado llegar a un punto en que otros deciden por nosotros y las responsabilidades no se pueden esquivar. Las cosas están así porque los odios internos agregados a la carencia de miras nos han descalificado como actores. No hay estrategia entre los demócratas, sólo hubo pugnacidad y ambición. Mucho tiempo perdido. Hay, sí, un guión y quienes, con madurez a toda prueba, lo siguen sin complejos a sabiendas de que se trata de salvar la República.
No es difícil entender la razón por la cual los hombres de Maduro negocian con Estados Unidos su salida y Rusia se cuela por los palos a última hora, frustrando un desenlace que inevitablemente se dará, más temprano que tarde, pero que pone a prueba los nervios americanos y reta su paciencia.
Putin no es Gorbachov, el hombre de la glasnot. “Putin es un ser que cultiva odios -observa un especialista consultado- y conduce un gobierno desmesuradamente nacionalista que busca venganza contra los occidentales por Crimea y un largo etcétera en la lista. Por otra parte, cercado como está por el descontento interno, un pueblo que quiere apertura política y la gente recelosa de tanto millonario sobrevenido, teme que pueda ocurrirle lo mismo”.
Pero lo fundamental en este cuadro: Maduro es hoy un rehén de negociación, dicen que por las fronteras de Ucrania y un tratamiento “soft” para Corea del Norte. No por casualidad los rusos retomaron, justo en días pasados, su acercamiento con la Corea totalitaria. La coyuntura da para todo. Rusia se resiste a no ser más imperio. Así, el embajador de Rusia en Venezuela, Vladimir Zaemskiy, se apresuró a condenar el frustrado intento de “golpe de Estado, promovido por Estados Unidos, en Venezuela” cuando aún está fresco el primer cara a cara de Vladimir Putin y Kim Jong-un quienes proclamaron que mantenían un diálogo “sustancial” para tratar de encontrar “perspectivas de mejora” para la situación en la península coreana.
Por su parte, Estados Unidos tiene sus fichas bien posicionadas en esta parte del mundo. Está muy involucrado en el caso venezolano, el cual ha hecho punto de honor y es clave en su objetivo de apuntalar el piso político para retener la Casa Blanca por un período más. América es su territorio y está claro que no tolerarán segundas Ruandas, Sirias o Balcanes acá. Pompeo y Bolton han sido enfáticos y frontales en su disposición de acompañamiento y animación en la lucha por la recuperación de la democracia en Venezuela. Junto al Grupo de Lima, Bolsonaro, Colombia y la Unión Europea, monitorean a Maduro y a su régimen. Hablan de “todas las opciones sobre la mesa” aunque eso no refiere solamente al tema militar, que sería la última aunque para nada descartable acción.
Cuba discursea y sirve de probable alojamiento para Maduro, aunque ha trascendido que no recibirá a todos. Tiene sus preferencias y sus prevenciones. Pero si continúa en la tesitura de dificultar la ruta hacia el fin de la usurpación podría vérselas muy negras. El gobierno norteamericano ya anunció que arreciarán contra la isla las presiones internacionales, financieras y comerciales, a nivel de empresas transnacionales y paremos de contar. Cuba es frágil y ya Rusia no puede sostener más países. La isla aspira a una cierta oxigenación económica y esa perspectiva la devolvería al paleolítico del comunismo, al fracaso económico y al aislamiento internacional, al Socialismo el cual –Fidel Castro dixit- no ha servido para nada. Bueno, al menos para acumular $900 millones de dólares en su cuenta personal, según reciente revelación de la revista Forbes.
Prospectiva
Cuando se habla de “opciones sobre la mesa”, la mente va directamente a helicópteros aterrizando llenos de marines, imagen que asusta mucho más al régimen que a la población. El tema es que se trata de una alternativa que va de última en la cola. Y no será, eso por seguro, tipo Panamá. Para que ello ocurra, debe el régimen cruzar la línea roja, cometer asesinatos políticos, matanzas en masa, detener a Guaidó, por ejemplo, entre otras “menudencias” que ignoramos pero que cuentan detrás del trazo carmesí. En todo caso, el referirse a ello constantemente es una advertencia de que puede llegar el “D” day pero, antes que eso, un recordatorio de que están a tiempo para negociar y evitar males mayores. Así que una acción militar es posible pero algo está escrito: no se anunciará. Nos madrugará.
¿Hacia dónde apuntan las apuestas?
Una implosión, que chavistas y militares vayan dejando solo al gobierno mientras la gente en la calle se mantiene en sus demandas y toda gobernabilidad se imposibilite para Maduro y su gente. En este renglón viene incluido un espacio para oficialistas. Eso no gusta a la oposición pero, en un planteo realista, no queda más remedio. Ser inclusivos puede representar la garantía de estabilidad para la transición. Así fue en la República Federal Alemana, en Rumanía y otros lugares, donde execraron a las cúpulas podridas, a los culpables de violaciones a derechos humanos, pero se abrió las puertas para recibir, aún en funciones de gobierno, a quienes habían adversado.
Una explosión, lo que implicaría enfrentamientos civiles de envergadura, teniendo en cuenta que, a estas alturas, si bien existen colectivos oficialistas, también sus contras de la oposición más radical se han venido apertrechando defensivamente. Es un escenario peligroso, que ya ha asomado su careta y que podría activarse en cualquier momento, dada la irritación de ambos bandos y la anomia que se expande por cuotas. Es el fantasma de la guerra civil. Para nada deseable.
La intervención militar que, obviamente, no reeditaría el caso Noriega-Panamá sino que aparecería en forma de respaldo a la entrada de ayuda humanitaria –razón por la cual el gobierno palidece ante su sola mención- o bajo la modalidad de bloqueo tecnológico –asunto que los venezolanos ya conocemos pues hoy es el régimen el que nos la aplica a todos cuando le apetece- pero que haría estragos en el caso de sufrirla un gobierno con todos los trastornos que ella implicaría.
En esas estamos. Amanecerá y veremos.