¿Quién es el dueño de la Basílica de Guadalupe?
Por David Ramos, Diego López Colín
ACIPRENSA, 11 de abril de 2024.
En medio de la historia y devoción que rodea a la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México, templo que alberga la imagen de la Virgen María aparecida milagrosamente en la tilma de San Juan Diego en diciembre de 1531, surge la pregunta: ¿A quién pertenece?
Contrario a lo que muchos pueden pensar, la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe, erigida a los pies del cerro del Tepeyac, al norte de Ciudad de México, no es propiedad ni de la Arquidiócesis Primada de México ni de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).
Así lo precisa el P. Hugo Valdemar, quien durante 15 años fuera el director de Comunicaciones de la Arquidiócesis de México, durante el gobierno pastoral del Cardenal Norberto Rivera.
Entrevistado por ACI Prensa, el P. Valdemar indicó: “La Basílica de Guadalupe no pertenece ni a la Conferencia Episcopal de México ni a la Arquidiócesis de México, sino al Pueblo de México con un carácter de Propiedad Federal, por lo que podemos decir que es de todos los mexicanos”.
El complejo en el que se encuentra la actual Basílica de Guadalupe —llamada en ocasiones la “nueva basílica”— incluye otras iglesias católicas, entre ellas el Templo Expiatorio a Cristo Rey —que desde el inicio del siglo XVIII hasta 1976 albergó la imagen original de la Virgen de Guadalupe—, el exconvento y parroquia de Santa María de Guadalupe – Capuchinas, la Antigua Parroquia de Indios, la Capilla del Cerrito y la Capilla del Pocito.
La construcción de todas estas iglesias es previa a 1992, año en que constitucionalmente se restablecieron las relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica, y se le reconoció legalmente la personería jurídica a esta última. Sólo los templos construidos después de ese año pueden pertenecer legalmente a la Iglesia.
Los templos mexicanos construidos antes de 1992: Propiedad del Gobierno Federal
El P. Valdemar recordó que “todos los bienes eclesiásticos fueron desamortizados por la ley Lerdo (1856) y nacionalizados por la ley Juárez (1859)”, que son parte de lo que hoy se conoce como como las Leyes de Reforma.
“Fue un verdadero latrocinio del Estado, tomando en cuenta que no se le dio a la Iglesia ninguna indemnización y, todavía más, se le negó toda personalidad jurídica, por lo que quedó incapacitada de adquirir y administrar su propio patrimonio”, señaló.
Las tensiones entre Iglesia y Estado crecieron aún más en años posteriores, llegando a un punto crítico con la promulgación de la Constitución de 1917, marcadamente anticlerical. Esta carta magna pavimentó el camino para la persecución religiosa que se vivió en México en la década de 1920 bajo el régimen de Plutarco Elías Calles, la cual a su turno detonó la Guerra Cristera, con católicos de diversas partes del país levantados en armas para defenderse de la persecución gubernamental, que dejó mártires como San José Sánchez del Río, el Beato jesuita Miguel Pro, el Beato Anacleto González, San Cristóbal Magallanes y compañeros mártires, entre muchos más.
Aunque la Guerra Cristera culminó a mediados de 1929, la persecución duró varios años más. No sería hasta 1992 que la Constitución de México fue reformada y se promulgó la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, que reconoce el estado jurídico de la Iglesia Católica en el país.
Las apariciones de la Virgen de Guadalupe y su pedido: Una “casita sagrada” a los pies del Tepeyac
La Virgen de Guadalupe se manifestó a San Juan Diego en el Cerro del Tepeyac en diciembre de 1531, expresando su deseo de que se construya ahí una “casita sagrada” para dar gloria a Dios. En esas apariciones además dejó su imagen milagrosamente impresa en la tilma del indígena, la cual se conserva en la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México.
Tras la aparición milagrosa en la tilma, el primer Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, llevó la imagen a su oratorio personal, pero pocos días después la expuso a la veneración del pueblo mexicano.
Para 1695 se estableció una sencilla ermita, cuya estructura se puede apreciar aún hoy a un lado del altar de la Antigua Parroquia de Indios. Ahí permaneció la tilma hasta 1709, cuando se trasladó al Templo Expiatorio a Cristo Rey, que se conoce también como la antigua Basílica de Guadalupe.
Para el siglo XX, como explica en sus memorias el P. Guillermo Schulenburg Prado, que fue abad de la Basílica de Guadalupe y quien promovió la construcción de la nueva iglesia, era clara la “insuficiencia del antiguo templo para cubrir las necesidades litúrgicas, pastorales y administrativas”.
El sacerdote señala que cuando presentó el proyecto de un nuevo templo al entonces presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, le recordó que la Basílica tenía un significado muy grande para el pueblo de México, ya que es “un lugar de esperanza, especialmente para los más humildes, los más necesitados, los cuales iban a pedirle a Nuestra Señora que los ayudara”.
La construcción de la nueva basílica comenzó en 1974 y el 12 de octubre de 1976 se concluyó la construcción de la nueva casa de Santa María de Guadalupe.
El costo de la construcción de la nueva Basílica, que tiene una capacidad para acoger aproximadamente 10.000 personas, no fue asumido en su integridad por la Iglesia Católica y sus fieles, a pesar de sus generosas donaciones, sino que el Estado mexicano prestó dinero para la obra.
Dado que constitucionalmente “los templos pertenecían al Estado, no a la Iglesia”, explica el P. Schulenburg Prado en sus memorias, el préstamo luego “fue cancelado por el Ejecutivo en funciones, quien era precisamente don José López Portillo, ya que se trataba de una obra hecha en beneficio del pueblo de México”.
¿Puede el gobierno cerrar la Basílica de Guadalupe?
En redes sociales y plataformas de mensajería han circulado mensajes que se refieren a la posibilidad de que las autoridades gubernamentales cierren la Basílica de Guadalupe y la dediquen a otros usos, como podría ser el de un museo.
Para el P. Hugo Valdemar, si bien la autoridad federal “tiene esa facultad”, los gobernantes “difícilmente lo harían, porque estarían atentado contra la libertad religiosa y los sentimientos religiosos del pueblo mexicano, que en su mayoría sigue siendo católico”.
“La Iglesia queda a merced de la benevolencia o adversidad de los distintos gobiernos, pero más allá de la persecución religiosa de los años ‘20s, en que se cerraron varios templos al culto para para diversos usos de supuesta utilidad pública, no ha habido mayores conflictos”, señaló el sacerdote mexicano.
Durante el gobierno pastoral del Cardenal Rivera, que fue Arzobispo de México durante más de 22 años, entre 1995 y 2017, el purpurado “tuvo trato” con cinco presidentes de la República, “y con todos ellos tuvo una relación cordial y respetuosa”, destacó el P. Valdemar.
Sin embargo, recordó, dado que “los templos de valor histórico están bajo el cuidado del gobierno”, el Cardenal Rivera “en varias ocasiones exigió que se diera presupuesto para su mantenimiento y restauración, por ejemplo para la Catedral Metropolitana de México y otros templos de gran valor histórico y artístico. Por desgracia, hasta ahora solo han dado migajas que son insuficientes, en detrimento del patrimonio nacional”.