Clama L-XIV por Unidad en Familia, Iglesia y Sociedad

“Del seno de las familias nace el futuro de los pueblos”, asegura el Papa León XIV en el Jubileo dedicado a ellas

Por Victoria Cardiel.

ACIPRENSA, 01 de junio de 2025.

 

En la Misa que celebró en la plaza de San Pedro por el Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos, el Papa León XIV remarcó que “del seno de las familias nace el futuro de los pueblos” al tiempo que señaló que el matrimonio “no es un ideal”, sino el “modelo del verdadero amor entre el hombre y la mujer”.

 

En la homilía, el Santo Padre citó esta frase de la encíclica Humanae vitae, de san Pablo VI, publicada en 1968 tras el Concilio Vaticano II, y señaló que el amor conyugal es “total, fiel y fecundo”.

 

“Este amor, al hacerlos una sola carne, los capacita para dar vida, a imagen de Dios”, aseguró ante cientos de familias provenientes de cerca de 120 países, según datos de los organizadores, que han participado en esta gran cita del Año Santo de la Esperanza 2025.

 

Así, en este gran evento jubilar que ha reunido juntas a tres generaciones (padres, hijos y abuelos), el Pontífice llamó a ser un “signo de paz para todos, en la sociedad y en el mundo”.

 

Enfatizó, en este sentido, que el Señor “da sentido pleno a los momentos luminosos de nuestro amor mutuo como padres, abuelos, hijos e hijas” y aseguró que “del seno de las familias nace el futuro de los pueblos”.

 

Por otro lado, subrayó el papel de la familia como espacio vital de transmisión de la fe y, por tanto, como “un lugar privilegiado para encontrar a Jesús”.

 

El Papa León XIV hizo hincapié en que, nada más nacer, todos los bebés necesitan “de los demás para vivir; solos no lo hubiéramos logrado”. Y añadió: “Todos nosotros vivimos gracias a una relación, es decir, a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo”.

 

Humanidad traicionada

Sin embargo, con tono serio, constató que, a veces, esta humanidad “se ve traicionada”. Y puso como ejemplo las ocasiones en las que “se invoca la libertad no para dar vida, sino para quitarla, no para proteger, sino para herir”.

 

El Pontífice no especificó los casos prácticos a los que se refería en concreto, pero uno de los argumentos que se esgrime, por ejemplo, en la eutanasia o el aborto es la libertad individual como bien supremo frente al derecho a la vida.

 

En todo caso, manifestó que “incluso frente al mal que divide y mata, Jesús sigue orando al Padre por nosotros, y su oración actúa como un bálsamo sobre nuestras heridas, convirtiéndose en anuncio de perdón y reconciliación para todos”.

 

El Papa León XIV hizo también un llamamiento a la unidad en las familias y en la Iglesia, siempre respetando la diversidad y las diferencias, y dijo que ese ejemplo es precisamente lo que “queremos anunciar al mundo”.

 

“Estamos aquí para ser uno tal y como el Señor quiere que seamos uno, en nuestras familias y en los lugares donde vivimos, trabajamos y estudiamos: distintos, pero uno; muchos, pero uno, siempre uno, en cualquier circunstancia y edad de la vida”, indicó.

 

En su homilía, reivindicó esa unidad como “el mayor bien que se puede desear” porque “realiza entre las criaturas la comunión eterna de amor que es Dios mismo: el Padre que da la vida, el Hijo que la recibe y el Espíritu que la comparte”.

 

La Iglesia no es una masa indistinta o un bloque anónimo

En todo caso, especificó que no quiere que la Iglesia sea “una masa indistinta, como un bloque anónimo”.

Asimismo, invitó a los padres a ser para sus hijos “ejemplos de coherencia, comportándose como desean que ellos se comporten, educándolos en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su propio bien y los medios para acrecentarlo”. También puso deberes a los hijos, a los que les pidió que “sean agradecidos” con sus progenitores.

 

En la Eucaristía, también puso el foco en el testimonio de matrimonios que han sido proclamados beatos, no por separado, sino juntos, reivindicando el amor conyugal de los esposos como modelo para el mundo actual.

 

El Pontífice recordó especialmente a Luis y Celia Martin (en francés, Louis y Zélie Martin), un matrimonio francés del siglo XIX, padres de santa Teresa del Niño Jesús, también conocida como santa Teresita de Lisieux, que fueron canonizados juntos por el Papa Francisco el 18 de octubre de 2015. Se trata de los primeros esposos canonizados como pareja en una ceremonia.

 

León XIV también puso como ejemplo a los beatos Luis y María Beltrame Quattrocchi, un matrimonio italiano del siglo XX, que fueron beatificados juntos el 21 de octubre del año 2001 por el Papa Juan Pablo II, convirtiéndose en el primer matrimonio beatificado.

 

Y, por último, se refirió también a la familia polaca Ulma: una familia católica mártir de la Segunda Guerra Mundial, compuesta por los esposos Józef y Wiktoria Ulma y sus siete hijos, que fueron asesinados por los nazis el 24 de marzo de 1944 por haber escondido a ocho judíos en su casa, en el pueblo de Markowa, en el sudeste de Polonia. Fueron beatificados como familia entera el 10 de septiembre de 2023 en una ceremonia celebrada en su lugar de su martirio.

 

Para el Papa, estos ejemplos son una llamada para el tiempo presente: “Sí, al proponernos como testigos ejemplares a matrimonios santos, la Iglesia nos dice que el mundo de hoy necesita la alianza conyugal para conocer y acoger el amor de Dios, y para superar, con su fuerza que une y reconcilia, las fuerzas que destruyen las relaciones y las sociedades”.

 

Finalmente, el Papa León XIV lanzó un mensaje especial para los ancianos, a los que pidió que “velen, con sabiduría y ternura” por sus familias.

Etiquetas: Familia, Noticas católicas, Jubileo de la Esperanza, León XIV.

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HOMILIA, TEXTO COMPLETO.

Homilía del Papa León XIV en el el Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos

Por Papa León XIV

VATICAN MEDIA, 01 de junio de 2025.

 

Esta es la homilía que pronunció el Papa León XIV este domingo en la Misa por el Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos:

 

El Evangelio que acabamos de proclamar nos muestra a Jesús que, en la Última Cena, ora por nosotros (cf. Jn 17,20). El Verbo de Dios hecho hombre, ya cercano al final de su vida terrena, piensa en nosotros, sus hermanos, y se convierte en bendición, súplica y alabanza al Padre, con la fuerza del Espíritu Santo.

 

También nosotros, al entrar con asombro y confianza dentro de la oración de Jesús, nos vemos envueltos, por su amor, en un gran proyecto que abarca a toda la humanidad. Cristo pide, en efecto, que todos seamos “una sola cosa” (cf. v. 21). Este es el mayor bien que se puede desear, porque esta unión universal realiza entre las criaturas la comunión eterna de amor que es Dios mismo: el Padre que da la vida, el Hijo que la recibe y el Espíritu que la comparte.

 

El Señor quiere que, para unirnos, no nos agreguemos a una masa indistinta como un bloque anónimo, sino que seamos uno: «Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros» (v. 21). La unidad por la que Jesús ora es, por tanto, una comunión fundada en el mismo amor con que Dios ama, de donde provienen la vida y la salvación.

 

Y como tal, es ante todo un don que Jesús trae consigo. Es, desde su corazón humano, que el Hijo de Dios se dirige al Padre diciendo: «Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste» (v. 23).

 

Escuchamos con conmoción estas palabras: Jesús nos está revelando que Dios nos ama como se ama a sí mismo. El Padre no nos ama menos que a su Hijo unigénito, o sea de manera infinita.

 

Dios no ama menos, porque ama antes de nada, ¡ama antes que nadie! Así lo atestigua Cristo cuando dice al Padre: «Ya me amabas antes de la creación del mundo» (v. 24). Y es así: en su misericordia, Dios desde siempre quiere acoger a todos los hombres en su abrazo; y es su vida, la que se nos entrega por medio de Cristo, la que nos hace uno, la que nos une entre nosotros.

 

Oír hoy este Evangelio, durante el Jubileo de las Familias y de los Niños, de los Abuelos y de los Ancianos, nos llena de alegría. Queridos amigos, hemos recibido la vida antes incluso de haberla deseado. Como enseñaba el Papa Francisco: «Todos los hombres somos hijos, pero ninguno de nosotros eligió nacer» (Ángelus, 1 enero 2025). Y no sólo eso. Apenas nacemos, necesitamos de los demás para vivir; solos no lo hubiéramos logrado. Se lo debemos a alguien más, que nos salvó, se hizo cargo de nosotros, de nuestro cuerpo y también de nuestro espíritu.

 

Todos nosotros vivimos gracias a una relación, es decir, a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo. Es cierto que, a veces, esta humanidad se ve traicionada. Por ejemplo, cuando se invoca la libertad no para dar vida, sino para quitarla; no para proteger, sino para herir.

 

Sin embargo, incluso frente al mal que divide y mata, Jesús sigue orando al Padre por nosotros, y su oración actúa como un bálsamo sobre nuestras heridas, convirtiéndose en anuncio de perdón y reconciliación para todos. Esa oración del Señor da sentido pleno a los momentos luminosos de nuestro amor mutuo como padres, abuelos, hijos e hijas.

Y esto es lo que queremos anunciar al mundo: estamos aquí para ser “uno” tal y como el Señor quiere que seamos “uno”, en nuestras familias y en los lugares donde vivimos, trabajamos y estudiamos: distintos, pero uno; muchos, pero uno, siempre uno, en cualquier circunstancia y edad de la vida.

 

Hermanos, si nos amamos así, sobre el fundamento de Cristo, que es «el Alfa y la Omega», «el principio y el fin» (cf. Ap 22,13), seremos un signo de paz para todos, en la sociedad y en el mundo. No hay que olvidarlo: del seno de las familias nace el futuro de los pueblos.

 

En las últimas décadas hemos recibido un signo que llena de gozo y, al mismo tiempo, invia a reflexionar: me refiero al hecho de que fueron proclamados beatos y santos algunos esposos, no por separado, sino juntos, como pareja de esposos. Pienso en Luis y Celia Martin, los padres de santa Teresa del Niño Jesús; y recuerdo también a los beatos Luis y María Beltrame Quattrocchi, cuya vida familiar transcurrió en Roma, el siglo pasado. Y no olvidemos a la familia polaca Ulma, padres e hijos unidos en el amor y en el martirio. Decía que es un signo que da que pensar.

 

Sí, al proponernos como testigos ejemplares a matrimonios santos, la Iglesia nos dice que el mundo de hoy necesita la alianza conyugal para conocer y acoger el amor de Dios, y para superar, con su fuerza que une y reconcilia, las fuerzas que destruyen las relaciones y las sociedades.

 

Por eso, con el corazón lleno de gratitud y esperanza, a ustedes esposos les digo: el matrimonio no es un ideal, sino el modelo del verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel y fecundo (cf. S. PABLO VI, Carta enc. Humanae vitae, 9). Este amor, al hacerlos “una sola carne”, los capacita para dar vida, a imagen de Dios.

 

Por tanto, los animo a que sean para sus hijos ejemplos de coherencia, comportándose como desean que ellos se comporten, educándolos en la libertad mediante la obediencia, buscando siempre su propio bien y los medios para acrecentarlo.

 

Y ustedes, hijos, sean agradecidos con sus padres: decir “gracias” por el don de la vida y por todo lo que con ella se nos da cada día es la primera forma de honrar al padre y a la madre (cf. Ex 20,12). Por último, a ustedes, queridos abuelos y ancianos, les recomiendo que velen, con sabiduría y ternura, por quienes aman, con la humildad y paciencia que se aprenden con los años.

 

En la familia, la fe se transmite junto con la vida, de generación en generación: se comparte como el pan de la mesa y los afectos del corazón. Esto la convierte en un lugar privilegiado para encontrar a Jesús, que nos ama y siempre quiere nuestro bien.

 

Y quisiera añadir una última cosa. La oración del Hijo de Dios, que nos infunde esperanza en el camino, también nos recuerda que un día seremos todos, uno unum (cf. S. AGUSTÍN, Sermo super Ps. 127): una sola cosa en el único Salvador, abrazados por el amor eterno de Dios. No sólo nosotros, sino también los padres y las madres; los abuelos y abuelas; los hermanos, hermanas e hijos que ya nos han precedido en la luz de su Pascua eterna, y que hoy sentimos presentes, aquí, con nosotros, en este momento de fiesta.

 

Etiquetas: Jubileo, noticias católicas, León XIV.

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