Papa Francisco: La fe nos ayuda a afrontar el dolor sin caer en la amargura y desesperación
Por Almudena Martínez-Bordiú.
ACIPRENSA, 13 de abril de 2025.
05:43 a. m.
En el texto del Ángelus preparado para este domingo, el Papa Francisco destacó que la fe ayuda a afrontar el dolor sin caer en la amargura o desesperación.
El Santo Padre señaló que Jesús, indefenso y humillado camina “hacia la cruz con los sentimientos y el corazón de un niño agarrado al cuello de su padre, frági en la carne, pero fuerte en el abandono confiado, hasta a dormirse, en la muerte, entre sus brazos”.
Para el Pontífice, estos son sentimientos que la liturgia nos llama a contemplar “y a hacer nuestros”.
“Todos tenemos dolores, físicos o morales, y la fe nos ayuda a no ceder a la desesperación, a no cerrarnos en la amargura, sino a afrontarlos sintiéndonos arropados, como Jesús, por el abrazo providencial y misericordioso del Padre”, señaló a continuación.
El Papa Francisco agradeció a los fieles las oraciones por su salud, subrayando que en este momento de debilidad física “me ayudan a sentir aún más la cercanía, la compasión y la ternura de Dios”.
“Yo también rezo por vosotros y os pido que encomendéis conmigo al Señor a todos los que sufren, especialmente a los afectados por la guerra, por la pobreza o por los desastres naturales”, afirmó.
En particular, pidió que Dios “acoja en su paz a las víctimas del derrumbe de un local en Santo Domingo, y sostenga a sus familiares”.
Asimismo, recordó que el 15 de abril será “el segundo triste aniversario del inicio del conflicto en Sudán, con miles de muertos y millones de familias forzadas a abandonar sus casas”.
“El sufrimiento de los niños, de las mujeres y de las personas vulnerables grita al cielo y nos implora que actuemos. Renuevo mi llamamiento a las partes implicadas para que pongan fin a la violencia y emprendan caminos de diálogo y a la Comunidad internacional, para que a la población no le falten las ayudas esenciales”, exhortó el Santo Padre.
Por último, pidió recordar al Líbano, “donde hace cincuenta años comenzó una trágica guerra civil: que con la ayuda de Dios pueda vivir en paz y prosperidad”, concluyó.
Etiquetas: Papa Francisco, Noticas católicas, Semana Santa 2025.
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SEAMOS CIRENEOS PARA OTROS
Homilía del Papa Francisco en el Domingo de Ramos 2025
Por Papa Francisco.
ACIPRENSA, 13 de abril de 2025.
04:20 a. m.
Debido a su convalecencia y delicado estado de salud, el Papa Francisco no participó en la Misa del Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro, que estuvo presidida por el Cardenal Leonardo Sandri, Vicedecano del Colegio Cardenalicio.
En su homilía, preparada previamente, el Santo Padre reflexionó sobre Simón de Cirene, quien ayudó a Jesús a cargar con la cruz.
A continuación, la homilía del Papa Francisco:
¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor!» (Lc 19,38). De este modo la multitud aclama a Jesús al entrar en Jerusalén. El Mesías atraviesa la puerta de la ciudad santa, abierta de par en par para recibir a Aquel que, pocos días después, saldrá de allí proscrito y condenado, cargado con la cruz.
Hoy también nosotros hemos seguido a Jesús, primero acompañándolo festivamente y después en una vía dolorosa, inaugurando la Semana Santa que nos prepara a celebrar la pasión, muerte y resurrección del Señor.
Mientras contemplamos, entre la multitud, los rostros de los soldados y las lágrimas de las mujeres, llama nuestra atención un desconocido, cuyo nombre entra en el Evangelio de improviso: Simón de Cirene. Este hombre fue detenido por los soldados, que «lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús» (Lc 23,26). Él regresaba en ese momento del campo, pasaba por ahí, y se vio envuelto en una situación inquietante, como el pesado madero cargado sobre sus espaldas.
De camino hacia el Calvario, reflexionemos un momento sobre el gesto de Simón, busquemos su corazón, sigamos sus pasos junto a Jesús.
En primer lugar, su gesto, que tiene un doble significado. Por un lado, en efecto, el Cireneo es forzado a llevar la cruz; no ayuda a Jesús por convicción sino por obligación. Por otro lado, se encuentra, en primera persona, participando en la pasión del Señor.
La cruz de Jesús se convierte en la cruz de Simón. Pero no de aquel Simón llamado Pedro que había prometido seguir siempre al Maestro. Ese Simón había desaparecido en la noche de la traición, después de haber afirmado: “Señor […], estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte” (Lc 22,33). Detrás de Jesús no camina ya el discípulo, sino este cireneo.
Sin embargo, el Maestro había enseñado claramente: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga” (Lc 9,23). Simón de Galilea dice, pero no hace. Simón de Cirene hace, pero no dice; entre él y Jesús no hay ningún diálogo, no se pronuncia ninguna palabra. Entre él y Jesús sólo está el madero de la cruz.
Para saber si el Cireneo socorrió o detestó al exhausto Jesús, con el que debía compartir la pena; para entender si llevó o soportó la cruz, debemos mirar su corazón. Mientras el corazón de Dios está a punto de abrirse, traspasado por un dolor que revela su misericordia, el corazón del hombre permanece cerrado.
No sabemos qué hay en el corazón del Cireneo. Pongámonos en su lugar: ¿sentiríamos rabia o piedad, tristeza o fastidio? Si recordamos lo que hizo Simón por Jesús, recordemos también lo que hizo Jesús por Simón —como lo hizo por mí, por ti, por cada uno de nosotros—: redimió al mundo.
La cruz de madera, que el Cireneo sostiene, es la de Cristo, que carga con el pecado de todos los hombres. La lleva por amor a nosotros, en obediencia al Padre (cf. Lc 22,42), sufriendo con nosotros y por nosotros. Este es precisamente el modo, inesperado y desconcertante, en el que el Cireneo se ve involucrado en la historia de la salvación, donde ninguno es extranjero, ninguno es ajeno.
Sigamos ahora los pasos de Simón, porque nos enseña que Jesús sale al encuentro de todos, en cualquier situación. Cuando vemos la multitud de hombres y mujeres que manifiestan odio y violencia en el camino del Calvario, recordemos que Dios transforma este camino en lugar de redención, porque lo recorrió dando su vida por nosotros.
¡Cuántos cireneos llevan la cruz de Cristo! ¿Los reconocemos? ¿Vemos al Señor en sus rostros, desgarrados por la guerra y la miseria? Frente a la atroz injusticia del mal, llevar la cruz nunca es en vano, más aún, es la manera más concreta de compartir su amor salvífico.
La pasión de Jesús se vuelve compasión cuando tendemos la mano al que ya no puede más, cuando levantamos al que está caído, cuando abrazamos al que está desconsolado.
Hermanos, hermanas, para experimentar este gran milagro de la misericordia, decidamos durante la Semana Santa cómo llevar la cruz; no al cuello, sino en el corazón. No sólo la nuestra, sino también la de aquellos que sufren a nuestro alrededor; quizá la de aquella persona desconocida que una casualidad —pero, ¿es justo una casualidad?— hizo que encontráramos. Preparémonos a la Pascua del Señor convirtiéndonos en cireneos los unos para los otros.
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