2 de Junio: Futuro democràtico o pleno totalitarismo

¿Qué está en juego en las elecciones mexicanas?

Günther Maihold

Columna. DW, 290524.

Muchos consideran que en estas elecciones se encuentra en debate el futuro de la democracia y del orden institucional en el país azteca.

A diferencia de muchos otros presidentes de la región, el mandatario mexicano Andrés Manuel López Obradornunca se comprometió a gobernar para toda la ciudadanía; siempre insistió en que está trabajando para “el pueblo”, lo que lo diferencia claramente de los conservadores, los neoliberales, “los fifís”. Estos últimos, representados en los partidos tradicionales del PRI y del PAN, se han convertido en una alianza opositora que no logró renovarse, ni personal, ni políticamente. Así, en México, el día 2 de junio se celebrarán unas elecciones de cara hacia el pasado, con una campaña carente de grandes propuestas de futuro; elecciones que, a pesar de ello, para muchos ciudadanos han adquirido un carácter crucial para el país.

¿Existe o no un “voto oculto”?

Pocas veces las elecciones presidenciales en México se han realizado en un nivel de polarización política tan alta, situación que sorprende ante los vaticinios de las empresas encuestadoras que casi unánimemente predicen un voto de mayoría holgada para la candidata oficialista Claudia Sheinbaum. Al parecer, existe cierta incertidumbre acerca de si habrá realmente un voto oculto, identificado con la “no respuesta” o el engaño a los encuestadores. Los organizadores de las campañas electorales de las dos candidatas que lideran las encuestas temen, o confían, respectivamente, en el voto oculto.

En el cuartel de campaña de Claudia Sheinbaum, preocupa que el elemento central de la gestión presidencial de AMLO – la concesión de múltiples programas sociales – pudiera ser engañoso; las brigadas territoriales del partido tienen la inquietud de que los votantes contesten afirmativamente querer votar por Morena ante la preocupación de poder perder beneficios si dejan en claro su preferencia por la política rival. Por el otro lado, para la candidata opositora Xochitl Gálvez, el voto oculto representa la expectativa incierta de poder movilizar votantes que le permitirían cerrar la brecha del 20 por ciento que la separan de su contrincante morenista.

Es evidente que el manejo operativo y propagandístico de los programas sociales es uno de los elementos más difíciles de demostrar en un proceso electoral, especialmente cuando el margen de error de las encuestas va en aumento en un país en que esos sondeos tienen relevancia en las decisiones de los partidos para definir sus candidatos, por un lado, y en la agenda informativa de los medios y las redes sociales por el otro. Será hasta el conteo final que se podrá evidenciar si este voto oculto realmente existió y pudo influir sobre el resultado de las elecciones. Y será crucial que el Instituto Nacional Electoral (INE) realmente sea capaz de asumir su papel central de manera autónoma e independiente, así como lo hizo en las elecciones del pasado.

Democracia y orden institucional

Muchos consideran que en estas elecciones se encuentra en debate el futuro de la democracia y del orden institucional en el país azteca. No hay duda de que en la administración de AMLO se practicó un populismo anti-corrupción, un lema bajo el cual se liquidaron muchas instituciones de defensa de derechos ciudadanos y de la transparencia. Mientras Morena defiende con el argumento de la “austeridad republicana” estas decisiones, que redujeron plazas y presupuestos de instituciones públicas y paraestatales hasta desaparecerlas en sus funciones, la oposición continuamente se ha quejado de la reducción de espacios públicos y la posibilidad de los ciudadanos de participar más allá de los canales definidos por el gobierno.

A primera vista, la marcha de la llamada “marea rosa” en la Ciudad de México, el día 19 de mayo, representó un llamado a la defensa de la democracia, más allá de las fuerzas opositoras, ante la presión que el mismo presidente López Obrador está ejerciendo sobre la Corte Suprema de Justicia y el sistema judicial como tal. Este esfuerzo de alineamiento de los diferentes poderes con el Ejecutivo ha caracterizado su gestión y existen muchas preocupaciones de que Claudia Sheinbaum podría seguir el programa de su líder al pie de la letra. Hay una percepción de un continuismo del mando de AMLO, quien siempre ha tratado de conformar una larga sombra de su gobierno, bautizado como la “4ª transformación”. Que Sheinbaum ahora esté planteando un “segundo piso” para este proyecto político, pone en evidencia que ella podría seguir el plan del jefe y líder moral de su partido. Este ha dejado depositados para su aprobación muchos proyectos de cambio constitucional, que para la oposición tienen un claro tinte autoritario.

Adicionalmente, el empoderamiento militar promovido por AMLO no solamente en tareas de combate al crimen y la violencia, sino también en muchas tareas civiles de construcción de infraestructura, es una carga para cualquier sucesor, porque será muy difícil revertir este avance de los militares en la ejecución de obras, las cuales deberían ser implementadas por actores privados.

¿Aislamiento internacional?

Con su dicho de que “la mejor política exterior es la política interna”, el presidente López Obrador ha marcado una etapa de una reducida presencia internacional de su país. México perdió su perfil internacional, especialmente en materia de políticas de cambio climático, con la vuelta al petróleo y las energías fósiles. Pero también en la misma región ha habido una actuación internacional con alianzas de corto plazo, confrontaciones con los gobiernos de Ecuador y Perú y alianzas con Cuba y Nicaragua. Será esencial para la nueva presidenta del país recuperar la posición internacional del país y sacarlo del provincialismo en el cual ha caído a lo largo del gobierno de AMLO; una tarea ciertamente difícil ante el panorama complejo que se presenta con las elecciones de noviembre en EE.UU. y la complicada agenda que acompaña la relación con el vecino del norte.

(ers)

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Un México tibio con el autoritarismo, un pésimo escenario

Yoani Sánchez.

Columna, en DW, 280524.

Con más de 98 millones de mexicanos llamados a las urnas, lo que ocurra el próximo domingo determinará la complicidad o firmeza del Gobierno mexicano ante las dictaduras de la región.

Varios procesos electorales de vital importancia para la región impactarán sobre el derrotero a corto y mediano plazo de América Latina. Pero ninguno de esos comicios dejará una huella más marcada en las relaciones públicas y las posturas de consenso que tome el continente como los comicios que tendrán lugar el próximo 2 de junio en México. La nación norteña marca, en buena medida, el paso de la diplomacia de esta parte del mundo.

Con más de 98 millones de mexicanos llamados a las urnas, lo que ocurra el próximo domingo determinará la complicidad o firmeza del Gobierno mexicano ante las dictaduras de la región. Aunque las encuestas dan como favorita a la candidata oficial, Claudia Sheinbaum, de 61 años, su mandato no tiene que seguir a pie juntillas lo pautado por su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, en cuanto a los regímenes de La Habana, Caracas y Managua. La primera mujer en llegar a la presidencia mexicana puede optar por una postura menos benevolente y cómplice con los autoritarismos de este hemisferio.

En el sexenio que López Obrador ha estado en el poder, la ceguera ante los desmanes cometidos por los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua ha sido un duro golpe para los millones de ciudadanos de esas naciones. El político no solo ha callado ante las olas represivas que como en Cuba tras las protestas populares del 11 de julio de 2021 dejaron más de mil presos políticos, sino que ha apoyado en los foros internacionales, invitado a eventos oficiales y apuntalado con petróleo mexicano a un gobernante al que nadie eligió en las urnas, como es el caso de Miguel Díaz-Canel. 

El líder de Morena ha dejado clara su simpatía hacia el castrismo y los viejos vínculos ideológicos que lo unen a un régimen fallido que ha condenado a su población a la permanente crisis económica y la falta de derechos cívicos. En el éxodo masivo que experimenta Cuba, y que ha tenido como parte de su escenario el territorio mexicano por donde atraviesan los “balseros de a pie” para llegar a la frontera sur de Estados Unidos, le ha faltado a López Obrador señalar las responsabilidades de La Habana. La Isla en fuga está determinada fundamentalmente por las políticas económicas ineficientes y el recorte de derechos fundamentales que han caracterizado por más de medio siglo al modelo cubano.

Yoani Sánchez.

De llegar a la presidencia, como apuntan los sondeos que la dan como favorita, Sheinbaum puede desmarcarse de ese camino de concomitancia y miopía que su predecesor ha seguido en relación con La Habana. Bastaría bajar el tono de la camaradería, restarle protagonismo a Díaz-Canel en los eventos regionales y brindar un apoyo mayor a los emigrados cubanos, reconociéndolos como refugiados que huyen de un autoritarismo, para distanciarse de la ruta de connivencia que ha cavado su antecesor.

La prioridad del mandato de la nueva presidenta, sea cual sea el nombre que arrojen las urnas, se centrará sin dudas en los profundos problemas que aquejan a México. La violencia, provocada en buena medida por el crimen organizado, resulta una prioridad que la gobernante tendrá que encarar probablemente con métodos diferentes a los de López Obrador, dado el poco efecto de esas estrategias en una realidad donde la inseguridad no ha parado de crecer en los últimos años.

Sin embargo, un México ensimismado en sus urgencias también es un problema para la región que necesita de su liderazgo activo y sin medias tintas. Un primer paso para asumir ese rol protagónico sería dejar claro su irrestricto apego a la democracia y su rechazo a regímenes como los de Daniel Ortega, Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel. Esas malas compañías solo restan prestigio, credibilidad y fuerza diplomática a un país que está destinado a asumir el liderazgo libertario en esta región.

(ers)