Por H.C. Esquivel
Comenzaré esta columna con una noticia: Ucrania ha perdido la guerra.
La mayoría de la población que lea esto en el continente Americano incluso podría decir, “espera, ¿aún hay guerra en Ucrania?”.
Para decirlo mal y pronto, la respuesta es sí, y con cientos de miles de muertos a los que se suman decenas, cientos o miles cada día.
El desconocimiento de que la guerra sigue, y encarnizada con víctimas de ambos lados se lo podemos dejar a los medios masivos de esta parte del globo, que han perdido casi todo el interés en el conflicto armado.
Empecemos con un ejemplo: En un frente guerra de casi mil 500 kilómetros, a lo largo de los cuales existen decenas de locaciones con enfrentamientos a diario, el sitio más importante por su importancia estratégica para ambos ejércitos se encuentra en Advivka, una ciudad fortificada con trincheras de concreto conectadas a búnkers y donde hay una planta de la era soviética para procesamiento de carbón, construida a prueba de posibles ataques de EU.
La importancia de Advivka para Ucrania es que se trata de una zona fortificada con líneas del ferrocarril, un punto detrás del cual los rusos pasarían casi directo hacia la capital Kiev, por ciudades con defensas nada comparables a esta ciudad fortificada por la OTAN desde el 2014.
Siendo para Rusia la ciudad más difícil de atacar, su motivación para hacerlo era detener los ataques a civiles, ya que desde esta ciudad se bombardeaba desde el 2014 a los habitantes de la vecina ciudad de Donetsk.
¡Espera!, me dirán, “pero si la invasión de Rusia a Ucrania empezó en 2022, ¿cómo que el Gobierno de Ucrania atacaban a civiles desde ocho años atrás?”.
Bueno, para la mayoría de los lectores la guerra empezó en febrero de 2022, pero un resumen rapidísimo sería que, después del golpe de estado de 2013 conocido como el Euro Maidán (patrocinado por cierta agencia central de un gobierno de un país que empieza con Estados y termina con Unidos) que derrocó al Presidente Yanukovich, los ciudadanos de la amplia región ucraniana del Donbás, poblada por ciudadanos que se sienten rusos, hablan ruso y estaban en contra de darle la espalda a los acuerdos comerciales con Rusia para abrazar a la Unión Europea y a la OTAN, se sublevaron al nuevo gobierno de Petro Poroshenko, quien comenzó con ataques militares a los opositores.
Desde entonces el Gobierno de Rusia intentó por todos los medios detener los ataques a la población civil y a lo más que pudo llegar Putin fue a firmar los llamados Acuerdos de Minsk, en la capital de Bielorrusia, con testigos como el presidente Francois Hollande, de Francia; Angela Merkel, de Alemania y el anfitrión Aleksander Lukashenko, pero en la realidad los acuerdos nunca se cumplieron.
A finales del 2022, la misma ex Canciller alemana, Angela Merkel, reconoció en una entrevista para el medio alemán Die Zeit, que los acuerdos de Minsk fueron una estrategia de la OTAN para amarrar las manos de Putin mientras la organización atlántica armaba al país, entrenaba a sus soldados y construía el segundo ejército más poderoso de Europa, para enfrentarlo ante el primer lugar: el ruso.
Pero, regresando a Advivka, un sitio donde los rusos han tomado posiciones cada vez más importantes ya dentro del poblado, el 13 de febrero se dieron cruentos ataques y bombardeos en el frente y las líneas de suministro que causaron más de 100 bajas en los ucranianos (la palabra “bajas” incluye quienes murieron o quedaron fuera de combate por sus heridas).
A la par de los ataques en Advivka, varios misiles rusos Iskander con cabeza de bombas de racimo, prohibidas por más de 120 países, cayeron sobre un centro de concentración de tropas ucranianas en Selidovo, donde se dice que había entre mil 500 y 2 mil soldados que iban camino a Advivka. No se sabe aún cuántas bajas hubo.
Este miércoles 14 se confirmó que Rusia había tomado ya el llamado “camino de la vida” en Advivka, lo que implica cerrar el sitio sobre las tropas ahí presentes, y aunque se han reportado que iniciaron deserciones, huídas y rendiciones, la decisión del alto mando ucraniano es resistir hasta la muerte, en tanto envía refuerzos.
Estimado lector, el caso de Advivka representa una cuestión meramente operacional dentro del conflicto, es un ejemplo de como el frente de guerra está colapsando, con tropas con cada vez menos municiones, soldados poco entrenados y con baja moral, pero la suerte de Ucrania está decidida desde un lugar en otro continente.
Después de aportar en menos de dos años 220 mil millones de dólares para el esfuerzo bélico, Estados Unidos cerró la llave en octubre de 2023 y desde entonces el Congreso no ha encontrado los consensos para liberar otros 60 mil millones dólares que la administración Biden destinaba para Ucrania.
En una visión más amplia, Ucrania nunca tuvo la oportunidad de ganar, fue un arma de Estados Unidos y la OTAN para debilitar a Rusia y lograr un cambio de régimen, objetivos totalmente fallidos, porque en la etapa final de este conflicto armado, la principal víctima es la economía de toda Europa y según algunos analistas, la misma Organización del Tratado del Atlántico Norte, de lo cual hablaremos en futuras entregas.