El Papa: Cuidado con esa tristeza que erosiona el corazón
Durante la audiencia general de esta mañana el Papa reflexionó sobre una “enfermedad del alma” que puede insinuarse y postrar a una persona hasta derrumbarla: este “demonio astuto” debe combatirse pensando en Jesús, que “nos trae la alegría de la resurrección”
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano, 070224.
La tristeza entendida como “un abatimiento del alma, una aflicción constante que impide al hombre experimentar la alegría”, fue el tema al que el Papa Francisco dedicó su catequesis de este miércoles 7 de febrero, la séptima de su serie dedicada a los vicios y las virtudes que celebró en el Aula Pablo VI, ante la presencia de unas cinco mil quinientas personas entre fieles y peregrinos de los cinco continentes.
“¿Hasta cuándo se engrosará mi alma de pensamientos, tristeza en mi corazón todo el día? Pero en tu fidelidad he confiado; exultaré en tu salvación, cantaré al Señor, que me ha bendecido” (del Salmo 13, 2-3.6)”
Una tristeza amiga y una tristeza no buena
El Papa dijo que es necesario distinguir entre dos tipos distintos de tristeza: la que forma parte del camino de conversión del cristiano, y que la gracia de Dios transforma en alegría, y la que “se insinúa en el alma y la postra en un estado de abatimiento”. Es esta tristeza la que hay que combatir, dijo Francisco.
Hay, pues, una tristeza amiga, que nos conduce a la salvación. Pensemos en el hijo pródigo de la parábola: cuando toca el fondo de su degeneración, siente una gran amargura, y esto le impulsa a entrar en razón y decidir volver a la casa de su padre.
“Es una gracia gemir por los propios pecados, recordar el estado de gracia del que hemos caído, llorar porque hemos perdido la pureza en la que Dios nos soñó”
La melancolía que exaspera el corazón
El segundo tipo de tristeza, en cambio, es “una enfermedad del alma”. Y Francisco explicó que está ligada a la experiencia de una pérdida, que nace en el corazón por el desvanecimiento de un deseo, de un sueño, de una esperanza. El Santo Padre citó el episodio de los discípulos de Emaús que caminaban hacia Jerusalén “con el corazón desilusionado”, y observó:
“Cuando esto sucede, es como si el corazón del hombre cayera en un precipicio, y los sentimientos que experimenta son desánimo, debilidad de espíritu, depresión, angustia. Todos pasamos por pruebas que generan tristeza en nosotros, porque la vida nos hace concebir sueños que luego se hacen añicos. En esta situación, algunos, tras un tiempo de agitación, se apoyan en la esperanza; pero otros se revuelcan en la melancolía, dejando que supure en su corazón”
Cuidado con la tristeza que lleva al egoísmo
Francisco definió este tipo de tristeza como “el placer del no placer”, es “alegrarse de que esto no haya sucedido, es como tomar un caramelo amargo, amargo, amargo sin azúcar y chupar ese caramelo”.
Y propuso algunos ejemplos: “Ciertos lutos prolongados”, observó, así como “ciertas amarguras rencorosas” que llevan a la persona a vivir perpetuamente en un estado de ánimo vengativo o de victimismo que no produce una vida sana, ni mucho menos cristiana. De ser una emoción natural, advirtió el Papa, la tristeza se convierte entonces en algo maligno. Es un demonio astuto, el de la tristeza”, dijo y concluyó hablando espontáneamente:
“Debemos estar atentos a esta tristeza y pensar que Jesús nos trae la alegría de la resurrección. Pero, ¿qué debo hacer cuando estoy triste? Detenerte y ver: ¿Es una tristeza buena? ¿Esta tristeza no es buena? Y reaccionar según la naturaleza de la tristeza. No se olviden que la tristeza puede ser algo muy malo que nos lleva al pesimismo, nos lleva a un egoísmo difícil de curar”