La Derecha Popular en México, los Sinarquistas.
El libro reseñado esta semana ofrece un recorrido histórico desde la creación de la Unión Nacional Sinarquista hasta su transformación en partido político.
21 de enero, 2024
Por: Rubén Aguilar Valenzuela.
Articulista de “Animal Polìtico”
Fabián Acosta Rico en La derecha popular en México. El caso de la Unión Nacional Sinarquista y el Partido Demócrata Mexicano (Universidad de Guadalajara, 2016) ofrece un recorrido histórico desde la creación de la Unión Nacional Sinarquista hasta su transformación en partido político.
El autor plantea que, desde el inicio del siglo XIX, la derecha popular en México ha estado representada por un sector de la población, que forma parte de la clase media baja, que se asume como defensora de la fe católica.
Los integrantes de ese sector, a los cuales la Revolución Mexicana no les trajo ningún beneficio, se levantan en la Guerra Cristera (1926-1929) contra la Ley Calles, que consideraban atentaba contra los derechos de la Iglesia Católica a la que ellos pertenecían.
En los años de la lucha armada el movimiento cristero, concentrado en la zona centro–occidente del país, nunca fue un real peligro para el gobierno que presidía el general Plutarco Elías Calles (1877-1945).
Para un grupo de ese sector de la derecha popular, los acuerdos al que llegaron los obispos con el gobierno para poner fin al conflicto fue una traición, pero para otro consideraron era el único camino que tenía la Iglesia, para volver en condiciones de paz a la atención de sus fieles.
A este último grupo pertenecen los católicos que van a dar lugar al surgimiento de la Unión Nacional Sinarquista (UNS), con inspiración del pensamiento social de la Iglesia y convencidos de que para hacer valer sus ideas el camino de las armas en una realidad como la de México no tenía ninguna posibilidad.
Vieron también con claridad que su movimiento debería gestionarse de manera independiente y autónoma de las autoridades de la Iglesia. Se concebía así mismo como un esfuerzo creado y gestionado por laicos.
Los sinarquistas se propusieron no ser vistos como un grupo clerical o neo-cristero y pronto esta decisión les trajo que fueran calificados como ultraderechistas o fascistas en una versión a la mexicana, dice Acosta Rico.
El movimiento se propuso construir una identidad propia que lo distinguiera de cualquier otra formación social en el país, y para eso diseña símbolos poderosos y claros (himnos, banderas, ceremonias …), capaces de convocar a sus bases al tiempo que las fortalece y anima.
La ideología de la UNS, la que asumen sus dirigentes y bases, se construye en una matriz nacionalista, patriótica y una mística y estilo propio de vida, pero en la que no se hace evidente el pensamiento social de la Iglesia católica.
En versión de Acosta Rico, el sinarquismo no ha sido capaz de elaborar una definición doctrinal realmente propia y a veces pasa de posiciones ultranacionalistas, que pueden ser tachadas de fascistas, a otras progresistas en el marco de la democracia cristiana.
La falta de una doctrina, de una postura ideológica coherente y sólida, ha provocado constantes conflictos y rupturas. En este proceso un sector del sinarquismo caminó hacia el campo de la política mediante la constitución del Partido Demócrata Mexicano (PDM).
Acosta Rico sostiene que el sinarquismo en la actualidad vive un período de profunda división y al mismo tiempo de redefinición y reorganización. No es claro si podrá salir de esta crisis en la que lleva años o al fin terminará por desaparecer. Ahora, por lo pronto no está presente en la discusión pública.