Al Averno, los Suicidas?. Las Esperanzas

5 claves católicas para afrontar el drama personal y espiritual del suicidio

 

POR NICOLÁS DE CÁRDENAS | ACI Prensa, 100922.

¿Es el infierno el destino inevitable del suicida? ¿Qué hacer como cristianos ante un caso de suicidio? ¿Qué decir o hacer en favor de un familiar de la persona que se quitó la vida? ¿Se puede tener una visión esperanzada desde la fe?

 

Estas y otras cuestiones son las que un católico puede plantearse este 10 de septiembre, cuando se celebra el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, más si se tiene en cuenta que más de 700 mil personas mueren por esta causa cada año, según la Organización Mundial de la Salud.

 

  1. ¿Hay condenación automática?

“Lo primero a derribar es el mito de la condenación automática del suicida”, explica Javier Díaz Vega, laico católico autor de “Entre el puente y el río. Una mirada de misericordia ante el suicidio”, libro en el que narra su propia experiencia con el suicidio de su madre.

 

“Solo Dios conoce el corazón de cada persona, sus circunstancias, su estado mental, familiar, laboral, etc. Todo esto puede influir a la hora de tomar una decisión. Nos toca confiar en la misericordia de Dios”, explica a ACI Prensa.

 

No es el único mito a derribar: “Se dicen muchas cosas que no son reales sobre la cobardía o la valentía del suicida, por ejemplo, que no ayudan en nada”. Por eso, Díaz ve la necesidad “de hablar de un tema aún muy silenciado”.

 

“Hay mucha gente que se siente muy sola y tiene que afrontar dificultades. Constituyen una periferia a la que hay que atender y queda mucho por hacer”, diagnostica.

 

  1. ¿Qué decir al familiar del suicida?

El momento de recibir el pésame de familiares y allegados siempre es complejo. A veces las palabras sobran y otras no llegan. Pero encontrarse ante la circunstancia de hablar con el cónyuge, hijo o padre de una persona que se ha suicidado es aún más complicado.

 

 

¿Qué decir o hacer? Javier Díaz es claro en este punto: “Lo primero que se tiene que preguntar alguien ante esta situación no es qué puedo decir, sino qué está dispuesto a escuchar”.

 

Pero no de forma hueca, sino “una escucha abierta, sin condenar, sin juzgar, sin quitarle la importancia que tiene”. Eso incluye evitar frases hechas como “todo va a salir bien”, explica Díaz, psicólogo de profesión.

 

  1. Respetar los tiempos

El duelo es un proceso natural, en ocasiones complejo, cuyo desarrollo está influido por multitud de factores, desde la forma de la muerte al estado físico, psicológico, emocional y espiritual de las personas que han de pasarlo.

 

“El duelo por suicidio es muy complejo”, señala Díaz, pues después del previsible shock que produce, “hay quien tiende a silenciarlo”. Por eso es importante comprender que “antes o después tiene que salir” eso que se rumia en el interior.

 

En este sentido, es necesario “respetar los tiempos” de cada quien, porque “hay gente que se pasa años sin expresarlo, por falta de herramientas o por no tener disponible un lugar de escucha”.

 

  1. Comunidades fuertes para apoyar

En este sentido, Javier Díaz confirma que “es muy necesario” hacer una pedagogía sobre la importancia de las comunidades eclesiales. “Hay situaciones que nos sobrepasan” y para superarlas necesitamos “comunidades fuertes donde nos puedan escuchar”, reivindica.

 

En este sentido, la labor de los Centros de Orientación Familiar de las diócesis es, a su juicio, “gigantesca”.

 

Se hace preceptivo, además, fomentar “una cultura del encuentro en la comunidad”, pero que no sea superficial sino “profundo”, puntualiza. Para esa labor, es esencial una buena formación de seminaristas y sacerdotes.

 

“Los sacerdotes y seminaristas necesitan formación, en especial los que están en contacto con jóvenes y mayores, que son los grupos de riesgo del suicidio”, incide Díaz, porque en ocasiones estos asuntos, por su cmplejidad “necesitan ser atendidos por profesionales diversos, más allá de la dirección espiritual o del consejo que se pueda dar en un confesionario”.

 

  1. Dar testimonio de nuestra fe

Javier Díaz Vega está presente en Twitter bajo el nombre @javiviendo, que, dada la circunstancia refleja entusiasmo, esperanza y alegría a pesar de las circunstancias. Podría pensarse que lo eligió por esta razón, pero no es así:

 

“Mi mujer puso su nombre en gerundio y yo lo hice también. Casi agradezco que haya sido casualidad, porque no tengo mañas de influencer. Pero sí ganas de dar testimonio”, explica.

 

Porque, “lo que siempre podemos hacer es dar testimonio de la fe que nos ayuda en situaciones difíciles, de nuestro sentido vital para salir adelante”, advierte.

 

Díaz añade que “la fe se vive y se manifiesta sobre todo en la Cruz. Cuando nos pasa, abrazarlo es un testimonio para otros de que sólo Dios lo hace posible. Si muchos han podido sanar por mi testimonio, da sentido a lo que he vivido”.

 

¿Qué dice la Iglesia Católica sobre el suicidio?

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) enseña que el católico tiene la obligación de recibir la vida con gratitud y conservarla “para su honor y para la salvación de nuestras almas” y subraya que “somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado” (2280).

 

Además, la Iglesia en su magisterio indica que el suicidio es contrario a la inclinación natural del ser humano a “conservar y perpetuar su vida” y que es “gravemente contrario al justo amor de sí mismo” y ofende también al prójimo y a Dios (2281).

 

En tercer lugar, el catecismo destaca que, “si se comete con intención de servir de ejemplo, especialmente a los jóvenes, el suicidio adquiere además la gravedad del escándalo” y define como contraria a la ley moral la “cooperación voluntaria al suicidio”.

 

La Iglesia es consciente de que determinadas circunstancias físicas, psíquicas o emocionales “pueden disminuir la responsabilidad del suicida” (2282).

 

El CIC también detalla que “no se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte” ya que “Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador”.

 

“La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida”, concluye a este respecto el catecismo en su número 2283.

 

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