El día en que San Juan Pablo II consagró a Rusia y al mundo al Inmaculado Corazón de María.
Redacción ACI Prensa, 100521.
Después de leer la tercera parte del secreto de Fátima, San Juan Pablo II decidió viajar a Portugal el 13 de mayo de 1982 y consagrar no solo a Rusia, sino también a todo el mundo al Inmaculado Corazón de María.
Este acto, sin embargo, no satisfizo la consagración solicitada por la Virgen María, pues también debían participar los obispos de todo el mundo.
Por lo tanto “el 25 de marzo de 1984 en la Plaza de San Pedro, recordando el mandato pronunciado por María, el Santo Padre en unión espiritual con los obispos del mundo, confió a todos los hombres y mujeres y a todos los pueblos al Inmaculado Corazón de María”, dijo el Cardenal Tarcisio Bertone, el entonces Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
“Sor Lucía confirmó personalmente que este acto solemne y universal de consagración correspondía a los deseos de Nuestra Señora (‘Sí, desde el 25 de marzo de 1984’: carta del 8 de noviembre de 1989). Por tanto, toda discusión, así como otra petición ulterior, carecen de fundamento”, expresó el Cardenal Bertone.
Fátima y la caída del comunismo ruso
1917 fue un año agitado para Rusia. Además de combatir en la Primera Guerra Mundial, el país experimentó dos guerras civiles conocidas como la Revolución de Febrero y la Revolución de Octubre.
La primera condujo a la creación de un gobierno provisional que resultó inestable. Después, entre el 24 y 25 de octubre, a menos de dos semanas después de la última aparición de la Virgen de Fátima, la segunda revolución dio lugar a la creación de la Unión Soviética.
En los años siguientes Rusia amplió su esfera de influencia exportando su ideología comunista a varios países y martirizando a un gran número de cristianos.
Tras la consagración realizada en la Plaza de San Pedro en 1984, se derrumbó en primer lugar el bloque soviético en 1989 y luego la propia Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), a consecuencia de diversos factores sociales, políticos y económicos.
El mismo Papa San Juan Pablo señaló: “¿Y qué diremos de los tres niños de Fátima que, de repente, en la víspera del estallido de la Revolución de Octubre escucharon: ‘Rusia se convertirá’ y ‘Al final, mi [Inmaculado] Corazón triunfará”? Ellos no pudieron inventar tales predicciones porque no sabían lo suficiente acerca de historia o geografía, y mucho menos de los movimientos sociales y la evolución ideológica y, sin embargo, sucedió tal como lo habían dicho”. (Cruzando el Umbral de la Esperanza, pg. 131)
Aunque no reveló la tercera parte del secreto hasta el año 2000, Seis años antes San Juan Pablo II hizo alusión a su contenido. Inmediatamente después meditó sobre la caída del comunismo relacionándolo con Fátima y escribió:
“Tal vez este es el motivo por el que el Papa fue llamado de un ‘país lejano’, tal vez porque era necesario que el intento de asesinato se haga en la Plaza de San Pedro, precisamente el 13 de mayo de 1981, en el aniversario de la primera aparición en Fátima, de modo que todo podría ser más transparente y comprensible, para que la voz de Dios que habla en la historia humana a través de los ‘signos de los tiempos’ pueda ser más fácilmente audible y comprensible”. (Cruzando el Umbral de la Esperanza, pg. 131-132)
Para el año 2000, el Santo Padre se sintió capaz de revelar la parte final del secreto de Fátima, ya que “los acontecimientos a los que la tercera parte del ‘secreto’ de Fátima se refiere, parecen ahora, parte del pasado“, dijo el entonces secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Ángel Sodano.
El Pontífice eligió la beatificación de Francisco y Jacinta el 13 de mayo de 2000, en Portugal, como ocasión para anunciar esto.
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Esta fue la explicación del Cardenal Ratzinger sobre el tercer secreto de Fátima.
Redacción ACI Prensa, 100521.
Como respuesta a las malinterpretaciones del tercer secreto de Fátima y su asociación con un “caos apocalíptico”, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, ahora Papa Emérito Benedicto XVI, explicó el sentido del texto y cómo puede servir para comprender y vivir mejor el Evangelio.
La tercera parte del secreto de Fátima fue revelada el 13 de julio de 1917 a los tres pastorcitos en Cova da Iria y transcrito por Sor Lucía el 3 de enero de 1944. Fue hecho público por el entonces Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Angelo Sodano, el 13 de mayo del año 2000.
Los mensajes transmitidos en este secreto invitan al arrepentimiento, conversión, oración y penitencia como medios de reparación por los pecados.
Según el Cardenal Ratzinger, cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el llamado a la penitencia es una exhortación a comprender los signos de los tiempos y a la conversión. También es la respuesta a un momento histórico determinado que se caracteriza por grandes dificultades.
El secreto habla sobre un “ángel con la espada de fuego”, elemento que para el Cardenal no es fantasía: se refiere a las armas de fuego, que el hombre mismo ha inventado.
Otro elemento de la visión es la fuerza que se opone a la destrucción: el esplendor de la Virgen, que proviene de la penitencia. Esto quiere decir, que la penitencia y la oración tienen el poder de cambiar las predicciones hacia el bien.
El mejor ejemplo, afirma, es que el Papa Juan Pablo II sobrevivió al atentado del 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro, pese a que el secreto predecía su muerte.
Por otro lado, respecto a los tres elementos que aparecen en el secreto (una montaña escarpada, una gran ciudad medio en ruinas, y una gran cruz de troncos rústicos), Ratzinger señala que la montaña es el costoso camino que el hombre debe atravesar y la ciudad en ruinas representa las desgracias que el propio hombre ocasionó con las guerras.
Sobre la montaña está la cruz, el objetivo final, donde la destrucción se transforma en salvación. Por ello, estos símbolos tienen un sentido de esperanza.
El Obispo de blanco (el Papa), tendrá que subir por esa montaña y atravesar la ciudad en ruinas. El Papa precede a los demás, cuyo camino también pasa en medio de los cadáveres. Benedicto indica que la travesía del Papa simboliza el camino de la Iglesia en medio de la violencia, las destrucciones y las persecuciones.
“En la visión podemos reconocer el siglo pasado como siglo de los mártires, como siglo de los sufrimientos y de las persecuciones contra la Iglesia, como el siglo de las guerras mundiales y de muchas guerras locales que han llenado toda su segunda mitad y han hecho experimentar nuevas formas de crueldad. En el ‘espejo’ de esta visión vemos pasar a los testigos de la fe de decenios”, indicó.
Esta parte del secreto concluye con una señal de esperanza: Que ningún sufrimiento es en vano. Porque la sangre de los mártires purifica y renueva. De ahí se levantará una Iglesia triunfante. También, la sangre derramada sobre la cruz representa la vivencia actual del sufrimiento de Cristo y la promesa de salvación.
El Tercer Secreto de Fátima
Este es el Tercer Secreto de Fátima escrito por Sor Lucía:
“Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.
Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!
Y vimos en una inmensa luz que es Dios: «algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él» a un Obispo vestido de Blanco «hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre».
También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones.
Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios”.
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