Soledad, con o sin Virus, y adicciones, los males

La ”Soledad”, la otra terrible epidemia del siglo XXI en Occidente, agravada y extendida por el Covid-19.

 

Javier Lozano / ReL. (Agencia Católica de Noticias, ACN, 260221).

 

Antes de la llegada del coronavirus a nuestras vidas se hablaba de una grave “epidemia” que azotaba a Occidente y que lo iba haciendo de manera silenciosa pero constante. Se trataba de la “soledad” con la que conviven cada día millones de personas. El envejecimiento de la población, la destrucción paulatina de la familia y el individualismo propiciado, entre otras cosas, por las pantallas, provocaba efectos devastadores en muchas personas, tanto ancianas como jóvenes.

 

La llegada del coronavirus ha silenciado este debate que se estaba produciendo,pero irremediablemente ha acelerado y multiplicado los efectos de esta “soledad” que evidencia la crisis de Occidente. Los confinamientos, con cada vez más personas viviendo solas, y el distanciamiento que proponen las autoridades sanitarias, lo han agravado hasta extremos preocupantes. Así lo pone de manifiesto un estudio de la Universidad de Harvard para Estados Unidos, pero que perfectamente se podría extrapolar a cualquier otro país.

 

Antes de entrar en materia sobre esta investigación es importante recordar cómo estaba el problema de la “soledad” antes de la llegada de la pandemia. El contexto ayudará a entender la gravedad.

 

En 2018 la entonces primera ministra británica, Theresa May, anunciaba la creación de un Ministerio de la Soledad. “Para demasiadas personas la soledad es la triste realidad de la vida moderna”, afirmaba. Y daba cifras: en Reino Unido había entonces más de nueve millones de personas que siempre o con mucha frecuencia se sentían solas. Pero además, dijo que alrededor de 200.000 personas mayores confesaron no haber tenido una conversación con un amigo o un pariente en más de un año. Pero no era un problema solo de la tercera edad sino que también les preocupaba enormemente las cifras sobre la población joven.

 

La situación de Japón era incluso peor. Allí las autoridades se sentían sobrepasadas por esta “epidemia” de soledad cuando se percataron de que las cárceles se estaban llenando de ancianos que cometían delitos menores con el objetivo de ingresar en prisión y así tener compañía.

 

Y en España, donde la estructura familiar resiste algo mejor, una de cada cinco personas mayores de 65 años declaraba sentirse sola, es decir, en ese momento 1,8 millones de personas. En dos o tres décadas puede ser más del doble, porque además habrá más hogares solitarios debido al menor número de hijos, menor porcentaje de casados y más divorciados.

 

Un estudio alerta del grave problema de la soledad

Esto es lo que ocurría antes del coronavirus. Y en plena pandemia los investigadores de Harvard concluyen que la soledad entre los estadounidenses había aumentado en los últimos años pero se ha disparado en los últimos meses.

 

 

Según este estudio y tras entrevistar una muestra de unos 1.000 ciudadanos han detectado que el 36% de los estadounidenses está experimentando una “soledad grave” y algunos grupos como los adultos jóvenes, las madres con niños pequeños y los ancianos están especialmente aislados.

 

Los adultos jóvenes serían según la encuesta el grupo que se percibe como más solitario. Según los resultados de la investigación, el 61 por ciento de los jóvenes de entre 18 y 25 años informaron sentirse solos “con frecuencia” o “casi todo el tiempo o todo el tiempo” durante las cuatro semanas anteriores a la encuesta. El pasado agosto, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informaron que uno de cada cuatro adultos jóvenes en este rango de edad había contemplado el suicidio durante el mes de junio.

 

Para aliviar un problema de salud se agrava otro

Por su parte, las madres con niños pequeños fueron otro grupo que experimentó altas tasas de soledad según el análisis de esta encuesta, donde más de la mitad de las madres informaron una soledad grave.

 

Tal y como recoge Mercatornet, los investigadores citan al psicólogo del desarrollo, Niobe Way, quien dice: “Estamos en peligro de aliviar un problema de salud pública, la transmisión de una enfermedad, al tiempo que agravamos otro”.

 

Sin embargo, lo que está ocurriendo ahora es una consecuencia, aunque agravada, de algo que ya se venía produciendo pero que se ha puesto de manifiesto ahora de manera más clara.

 

Investigaciones más recientes mostraron que la soledad empeoraba antes de la pandemia. En 2018, una encuesta conjunta de Kaiser Family Foundation y The Economist descubrió que uno de cada cinco estadounidenses “a menudo” o “casi siempre” se sentía solo o socialmente aislado, y los resultados de un informe de Cigna a gran escala publicado en enero de 2020 encontraron que tres de cada cinco estadounidenses informaron sentirse solos.

 

La paulatina destrucción de la institución familiar y de la sociedad civil ha ido propiciando un individualismo que ha sido el caldo de cultivo de una soledad que ahora experimenta cotas máximas.

 

El drama del suicidio

Otra consecuencia de esa soledad creciente durante la pandemia es el aumento de las depresiones y el deterioro de la salud mental de muchas personas. Las tasas de suicidio y depresión de los jóvenes han crecido y las muertes por sobredosis de drogas han aumentado.

 

El New York Times alertaba como por ejemplo en el condado de Clark (Nevada) 18 escolares se habían suicidado durante el tiempo que las clases no fueron presenciales o estaban suspendidas. Uno de ellos tenía tan sólo 9 años. Esta cifra era el doble que en todo el año anterior. En el estado de Arizona se han multiplicado un 67% los suicidios de niños entre 12 y 17 años durante la pandemia.

 

En Japón, en octubre de 2020 se produjeron un 70% más de suicidios que en el mismo mes de 2019, mientras que en todo el pasado año el suicidio de mujeres en el país asiático ha aumentado un 15%.

En España, donde no se ofrecen datos tan actualizados, el psiquiatra de hospital Clínico de Salamanca, Ángel Luis Montejo, explicaba a la prensa que “estamos teniendo más suicidios que nunca”. “La situación es bastante mala”, añadía.

 

Los investigadores de Harvard alertan de esta “era del hiperindividualismo” que va más allá de la crisis del coronavirus. El reto está ahora en hacerla frente de manera eficaz y reconocer los motivos que la han provocado.

 

Además señalan que la epidemia de soledad es el resultado de la desconexión de la comunidad. Pero fomentar de nuevo esta conexión comunitaria es un objetivo que se puede lograr mejor a través de una sociedad civil sólida mediante instituciones no dependiente del Estado como la familia, la iglesia, ligas deportivas o sociedades de asistencia… que se han sido trágicamente erosionado al mismo tiempo que el Estado ha crecido y asumido roles que antes estaban reservados para familias y comunidades.

 

Javier Lozano / ReL.