Cardenal propone las “bienaventuranzas” de la Virgen María para el Adviento.
Redacción ACI Prensa, 021220.
Con motivo del Adviento, el Cardenal Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid, propuso una serie de “bienaventuranzas” o “rasgos fundamentales” que vivió la Virgen María y que explican la grandeza de su entrega al Señor.
En una carta por Adviento titulada “La Madre y nuestro encuentro con Ella”, publicada en diciembre de 2018, pero que mantiene su actualidad para este 2020, el Cardenal propuso “ocho rasgos fundamentales que, contemplando a la Virgen María, descubro como unas bienaventuranzas que el Señor nos quiere entregar”. Estas son las siguientes:
- La fe de la Virgen María en momentos de oscuridad.El Cardenal mencionó en primer lugar la bienaventuranza “de la grandeza que le viene a María de la fe en Dios, aun en momentos de oscuridad”. Porque, según precisó, “ella prefiere fiarse de Dios, de un Dios que nos ama incondicionalmente, de un Dios que ha querido establecer su presencia en medio de los hombres y que desea mantenerla a través de la Iglesia”.
- Nunca dejó de amar.La segunda es “la grandeza” que “le viene también de su amor: nunca dejó de amar, nunca estuvo contra nadie. Incluso cuando vio con sus propios ojos cómo moría su Hijo Jesucristo en la Cruz, Ella continuó amando. Le pidió que fuese Madre de todos los hombres y Ella lo aceptó y visibilizó en el apóstol Juan”.
- Su sencillez.Luego, el Arzobispo se refirió a la bienaventuranza de “la grandeza que le viene de su sencillez”, porque “hizo natural lo sobrenatural, fácil lo difícil, simple lo complicado, ordinario lo extraordinario”.
- La grandeza de su humildad.La cuarta bienaventuranza está vinculada a la tercera, y es “la grandeza que le viene de su humildad: su elección para ser Madre de Dios no fue motivo para envanecerse, olvidó y nunca tuvo en cuenta lo que la hicieron, como cerrarle las puertas cuando iba a dar a luz”.
- Fue obediente.También destacó como bienaventuranza “la grandeza que le viene de su obediencia, pues no pretendió determinar la forma de seguir a Dios, sino que dejó que Dios dispusiera de Ella como Él quisiera”.
- La fidelidad de la Virgen aún en los sufrimientos.La sexta bienaventuranza de la Virgen es “la grandeza que le viene de su fidelidad, aun a costa de grandes sufrimientos. Sufrió cuanto humanamente se puede sufrir sin quejarse”.
- Su fortaleza.También el Cardenal se refirió a la “bienaventuranza de la grandeza que le viene de su fortaleza: fue capaz de llevar una cruz encima, cantar el Magníficat y hablar con tranquilidad de otras cosas”.
- Se mantuvo al pie de la cruz.La octava bienaventuranza es la que le viene “de saber mantenerse junto a la Cruz de su Hijo como se lo pedía su corazón de Madre, de pie”.
En su carta, el Cardenal Osoro también hizo tres propuestas para poner por obra estas “bienaventuranzas marianas”:
- Dejarse preguntar por Dios. El Purpurado anima a dejarse “preguntar por Dios teniendo delante a la Virgen María”, y alienta a recitar el Magníficat antes de hacerte las preguntas trascendentales de la vida.
- Vivir como hijo de Dios y hermano de todos los hombres.Esto para experimentar “la gran bendición de Dios que es vivir con, por y desde el amor de Dios” y a dejarse decir por Dios “Alégrate, el Señor está contigo” y acercarse a la vida a nuestra Madre, ponerse a su lado y escuchar junto a Ella “esas palabras que llenan y colman de alegría la vida de un ser humano, cayendo en la cuenta de que Dios cuenta contigo; te ama; desea que tú le hagas presente en este mundo”.
- No tener miedo.El Arzobispo de Madrid también animó a no temer porque “como a su Madre, te va a ayudar con su gracia y con su amor, te dará su fuerza para hacer lo que desde tus razonamientos te parece imposible. Solamente hace falta que te sitúes ante Dios como María, dile así: ‘Aquí me tienes Señor, me fío de Ti y me fío de tu Palabra’”.
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