Ante Virus, Economía, Educación y Violencia

Abrazar al Pueblo de Dios

Los Obispos también son voz del Pueblo que presiden y que vive en este suelo tan amado que es México.

 (Semanario DESDE LA FE. 050720).

Los términos primeros para definir la democracia la señalan como un sistema político, como una forma de gobierno en el que el pueblo es protagonista central. En nuestra patria, y en tantos rumbos del mundo, hemos adoptado este esquema, y bien sabemos que siempre estará en renovación y crecimiento.

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Se empobrece la democracia -o cualquier otro sistema de gobierno- cuando se limita la participación de los involucrados por tiempos especiales (elecciones) o por grupos específicos (partidos).

 

Bien podemos esperar que la democracia crezca hasta convertirse en una cultura accesible y omnipresente, en un valor cotidiano y hasta familiar, en una perspectiva general y no sólo en esquema político, en donde se busque siempre el bien común, con diálogo y participación, con respeto y en claridad de valores.

 

Hace unos días, los Obispos de México enviaron un mensaje a todo el Pueblo de Dios en el que se aborda el anhelo de una profunda cultura democrática; y es preciso notar que ese punto engarza perfectamente con los otro cuatro que ahora preocupan a la sociedad en general y que aquí resumimos en cuatro palabras: pandemia, economía, educación y violencia.

 

Mirando con objetividad y sin ánimos excluyentes, constatemos que la voz del episcopado mexicano no es la de una organización extranjera o la de un grupo elitista con intereses muy particulares, mucho menos la de alguien que busca confrontaciones inútiles ni de quien anhela un poder temporal: ellos también son voz del Pueblo que presiden y que vive en este suelo tan amado que es México.

 

En su mensaje, los obispos retoman una palabra central que ha sido desacreditada en tiempos recientes, y al ponerla como título del documento la revaloran y amplían en un tono transparentemente democrático: Abrazar a nuestro Pueblo en su dolor.

 

Desde la Arquidiócesis de México por supuesto que retomamos y reiteramos la necesidad de todos los ciudadanos en este 2020 y sin perder de vista los años siguientes, pues ni la pandemia será breve, ni la recuperación económica será fácil, ni la educación se concluye con el ciclo escolar, ni la violencia se acaba con solas buenas voluntadesni la democracia ha llegado a la madurez y estabilidad que deseamos.

 

Aspiremos siempre a la participación en la vida nacional con diálogo y respeto, retomando valores que nos definen y valorando la historia con sus claroscuros muy humanos; aspiremos a mejorar aciertos y a corregir errores en todos los niveles: ahí también hay un buen ejercicio democrático.

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Más unidad

Esta crisis es un mensaje de alerta a la humanidad que nos llama a ser mejores y más fraternos.

 

Llevamos más de 100 días en medio de la crisis sanitaria más grave de los últimos años. Una crisis que ha causado más de 25 mil muertes tan solo en México, que nos ha hecho permanecer en confinamiento, que ha afectado nuestra economía, que ha visibilizado la profunda desigualdad que hemos tolerado, que nos ha llenado de incertidumbre y se ha robado nuestra cotidianidad.

 

¿Qué lección queremos que nos deje esta pandemia? ¿Cuál es el significado que queremos darle?

 

El Papa Francisco nos dio una orientación al respecto en el punto más alto de la pandemia en el continente europeo, y en el marco de una icónica escena con la Plaza de San Pedro totalmente vacía:

 

“Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”.

 

Han pasado tres meses desde que, para muchos, comenzó el aislamiento y hoy, poco a poco, gradualmente, buscamos regresar a las calles para retomar nuestras actividades; desgraciadamente, a veces pareciera que la pandemia lo único que nos ha dejado como lección es el uso de gel antibacterial y cubrebocas.

 

Esta emergencia mundial debe incidir en nuestro caminar como sociedad, en el aprecio por las oportunidades de las que gozamosen el propósito de nuestras acciones y en nuestra relación con los demás. Esta crisis es un mensaje de alerta a la humanidad que nos llama a ser mejores y más fraternos en el esfuerzo por sanar nuestro mundo.

 

Lamentablemente algunos han tomado la emergencia como ocasión para ahondar en la polarización, la descalificación o el desprecio hacia el otro. Es tiempo de ponernos en el lugar del otro con el ánimo de sumar, no de insultar, es tiempo de construir y de trazar juntos el camino a una nueva vida, no de revivir rencores y exacerbar diferencias.

 

Apenas hace unos días fuimos testigos de un hecho inédito en la Ciudad de México, el violento atentado al secretario de Seguridad Ciudadana, que se suma a otros hechos cotidianos que violentan a alguien en esta compleja ciudad y que inevitablemente alimentan el desasosiego y el miedo.

 

Sea esta coyuntura de regreso gradual y prudente a las actividades, oportunidad para llamar a gobernantes, empresarios, comunicadores y a la sociedad mexicana en general, a reflexionar sobre cómo poder unir y convocar para que el retorno y la adaptación a las nuevas condiciones sanitarias, dé testimonio de que ya no somos los mismos, de que hemos aprendido algo y podemos intentar ser mejores.

 

Pongamos, cada uno, nuestro esfuerzo; trabajemos desde nosotros mismos y desde la familia por la recomposición del tejido social. Menos insultos, menos violencia física y verbal, menos rencor y más unidad.

 

Y recordemos que, en esta tempestad, necesitamos mirar por el otro para salvarnos, porque solos nos hundimos. En voz del Papa Francisco, entreguemos a Dios nuestros temores, para que los venza. “Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios, la vida nunca muere”.

 

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