Dios siempre es Papá; Jesús murió en Cruz por mí: el Papa

Papa Francisco: Dios es padre y nunca niega su paternidad.

 

Redacción ACI Prensa, 040220.

En su homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta de este 4 de febrero, el Papa Francisco invitó a sentir la paternidad de Dios en los momentos difíciles de la vida y explicó que “nunca niega su paternidad”.

En esta línea, el Santo Padre recordó cuando Jesús lloró en Jerusalén “porque no dejamos que Él nos ame” y animó que “en el momento de la tentación, en el momento del pecado, en el momento en que nos alejamos de Dios, tratemos de escuchar esta voz: hijo mío, hija mía, ¿por qué?”.

“Nos hará bien en los malos momentos de nuestra vida -todos tenemos- momentos de pecado, momentos de alejamiento de Dios, el escuchar esta voz en el corazón: “hijo mío, hija mía, ¿qué estás haciendo? No te suicides, por favor. Morí por ti”, afirmó el Papa.

Al reflexionar en la Primera Lectura de la Liturgia del día del Segundo Libro del profeta Samuel que relata cuando el Rey David llora por su hijo Absalón, el Pontífice cuestionó por qué lloraba David por la pérdida de su hijo si “estaba en tu contra, te había negado, había negado tu paternidad, te insultó, te persiguió, más bien celebra, celebra porque has vencido” pero añadió que David solamente dice: “hijo mío, hijo mío, hijo mío” y lloraba.

“Este llanto de David es un hecho histórico, pero también es una profecía. Nos muestra el corazón de Dios, lo que el Señor hace con nosotros cuando nos alejamos de Él, lo que hace el Señor cuando nos destruimos con el pecado, desorientados, perdidos. El Señor es padre y nunca niega esta paternidad: hijo mío, hijo mío”, indicó.

En este sentido, el Papa Francisco señaló en su homilía que nosotros encontramos aquel llanto de Dios cuando vamos a confesar nuestros pecados, porque no es como “ir a la tintorería” a quitar una mancha, sino a “ir del padre que llora por mí, porque es padre”.

Por último, el Pontífice explicó que así como David hubiera querido morir en lugar de su hijo, en Dios “se hace realidad” al haber dado la vida en la Cruz por nosotros.

“Es tan grande el amor de padre que Dios tiene por nosotros que murió en nuestro lugar. Se hizo hombre y murió por nosotros. Cuando miramos el crucifijo, pensemos en esto ‘hubiera muerto en lugar de ti’. Y escuchemos la voz del padre que en el hijo nos dice: ‘hijo mío, hijo mío’. Dios no niega hijos, Dios no negocia su paternidad”, concluyó.

 

Lectura comentada por el Papa Francisco:

II Samuel 18:9-10, 14, 24-25, 30-19:3

9 Absalón se topó con los veteranos de David. Iba Absalón montado en un mulo y el mulo se metió bajo el ramaje de una gran encina. La cabeza de Absalón se trabó y quedó en la encina colgado entre el cielo y la tierra, mientras que el mulo que estaba debajo de él siguió adelante. 10Lo vio un hombre y se lo avisó a Joab diciendo: «He visto a Absalón colgado de una encina.» 14 Respondió Joab: «No voy a estarme mirando tu cara.» Y tomando tres dardos en su mano los clavó en el corazón de Absalón, que estaba todavía vivo en medio de la encina. 24Estaba David entre las dos puertas. El centinela que estaba en el terrado de la puerta, sobre la muralla, alzó la vista y vio a un hombre que venía corriendo solo. 25Gritó el centinela y se lo comunicó al rey y el dijo: «Si viene solo, hay buenas noticias en su boca.» Mientras éste se acercaba corriendo. 30El rey dijo: «Pasa y ponte acá.» El pasó y se quedó. 31Llegó el kusita y dijo: «Recibe, oh rey mi señor, la buena noticia, pues hoy te ha liberado Yahveh de la mano de todos lo que se alzaban contra ti.» 32 Dijo el rey al kusita: «Está bien el joven Absalón?» Respondió el kusita: «Que les suceda como a ese joven a todos los enemigos de mi señor el rey y a todos los que se levantan contra ti para hacerte mal.» 1 Entonces el rey se estremeció. Subió a la estancia que había encima de la puerta y rompió a llorar. Decía entre sollozos: «¡Hijo mío, Absalón; hijo mío, hijo mío, Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío!» 2 Avisaron a Joab: «Mira que el rey está llorando y lamentándose por Absalón.» 3 La victoria se trocó en duelo aquel día para todo el pueblo, porque aquel día supo el pueblo que el rey estaba desolado por su hijo.

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