Ruta: Paz a mi Corazón, mi Familia y mi Comunidad

VER

Al iniciar un nuevo año, todos nos expresamos deseos de que nos vaya bien, que tengamos salud y trabajo, que haya felicidad y que disfrutemos la vida en paz. Pero, ¿estas son palabras sólo de ocasión, o hay fundamentos para que se hagan realidad? Pareciera que son palabras vacías, pues prevalecen los lamentos y las preocupaciones.

Las promesas presidenciales no se están reflejando en la vida cotidiana. La economía no crece como se ofreció. La seguridad social, a pesar de cambios en estrategias y estructuras, no mejora, sino que estamos expuestos a bandas de criminales y extorsionadores que no se tocan el corazón para imponer sus leyes y matar a quien no los secunde. Se están despoblando comunidades que huyen de la violencia y las amenazas de esos grupos.

El país se nos ha descompuesto socialmente. No nos explicamos por qué hemos llegado a esta lamentable situación, si tenemos muchos recursos naturales y humanos, si hay tanta gente buena y capaz, si tenemos historia y valores… Lo que pasa es que se ha ido destruyendo la base social, que es la familia. Nuestros legisladores se dejan dominar por pequeños grupos que ponen su libertinaje como un derecho, y son cobardes para defender la familia. Si los hijos crecen sin padres que los eduquen con el ejemplo, ¡qué podemos esperar! ¡Cada quien hace lo que quiere, sin importarle los derechos de los demás! Estamos cosechando lo que se ha sembrado. Por ello, pareciera que el panorama para el nuevo año no es esperanzador.

Y en nuestras iglesias, no siempre somos muy ejemplares. Escucho quejas de feligreses que dicen haberse apartado de la práctica religiosa por el mal trato de sus pastores. No se alejan por razones doctrinales, sino por los modos agresivos, fríos, secos, indolentes, malhumorados de algunos sacerdotes, que parecen darle más importancia a lo económico, que a la evangelización. Dicen que, por eso mismo, hay quienes cambian de religión.

PENSAR

Al respecto, el Papa Francisco dijo en su homilía de la noche de Navidad: “En las noches de la vida, a nosotros como a los pastores, Dios nos dice: «No teman» (Lc 2,10). ¡Ánimo, no hay que perder la confianza, no hay que perder la esperanza, no hay que pensar que amar es tiempo perdido! En esta noche, el amor venció al miedo, apareció una nueva esperanza, la luz amable de Dios venció la oscuridad de la arrogancia humana. ¡Humanidad, Dios te ama, se hizo hombre por ti, ya no estás sola!… Acojamos el don que es Jesús, para luego transformarnos en don como Jesús. Convertirse en don es dar sentido a la vida y es la mejor manera de cambiar el mundo: cambiamos nosotros, cambia la Iglesia, cambia la historia cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos, haciendo de nuestra vida un don.

Jesús nos lo manifiesta esta noche. No cambió la historia constriñendo a alguien o a fuerza de palabras, sino con el don de su vida. No esperó a que fuéramos buenos para amarnos, sino que se dio a nosotros gratuitamente. Tampoco nosotros podemos esperar que el prójimo cambie para hacerle el bien, que la Iglesia sea perfecta para amarla, que los demás nos tengan consideración para servirlos. Empecemos nosotros” (24-XII-2019).

En su carta Admirabile signum, dice: “Pensemos en cuántas veces la noche envuelve nuestras vidas. Pues bien, incluso en esos instantes, Dios no nos deja solos, sino que se hace presente… Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento” (No. 4).

En su Mensaje para la Jornada de la Paz 2020, afirma: “La esperanza es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables” (No. 1). 

ACTUAR

Si queremos que el país cambie y haya paz, empecemos por nosotros mismos, por nuestra familia y comunidad. Como dice Jesús, trata bien a todos, incluso a quienes te tratan mal. No te conformes con no hacer daño a los demás, sino abre los ojos y el corazón para hacer algo por quienes sufren más que tú. Perdona de corazón a quien te haya perjudicado. Educa a tu familia en el trabajo honrado, en el respeto a los demás, en la sobriedad y la austeridad, en la preocupación generosa por la comunidad. Este año nuevo, y todos los años, dependen también de ti y de mí. Animo y felicidades.

 

+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo Emérito de SCLC