Sinodales hablan de la formación de laicos y sacerdotes en la Amazonía.
Redacción ACI Prensa, 081019.
En la 3ª de las Congregaciones Generales del Sínodo de los Obispos sobre la Amazonía este martes 8 de octubre los padres sinodales han debatido sobre la formación cristiana, tanto de los laicos como de los sacerdotes, entre los pueblos de la Amazonía, y de la necesidad de nuevos caminos de los ministerios.
Según reveló el Prefecto del Dicasterio para la Comunicación, Paolo Ruffini, durante el encuentro diario con los periodistas acreditados, en las diferentes intervenciones de este día “se ha hablado mucho de la necesidad de formación para nutrir las comunidades eclesiales”.
“Formación de laicos y también de sacerdotes. Se trata de una necesidad de formación inculturada”. En ese sentido, “se ha subrayado del riesgo de una formación no inculturada de quien siente la vocación sacerdotal que le puede llevar al abandono del seminario”, ya que la su cultura contrasta con la que se encuentran en el seminario.
Se ha hablado mucho del papel de los laicos, aseguró Ruffini. “Es necesario comprometerse en la formación de los fieles laicos y comprender qué papel pueden tener en la difusión del Evangelio. También según sus carismas, sus vocaciones que no son necesariamente aquellas del ministerio ordenado, pero naturalmente se ha hablado también del ministerio ordenado, y de los nuevos caminos para el ministerio”.
Ruffini insistió en que se han expresado algunas preocupaciones, “como qué formación podrían recibir los laicos, qué formación podrían recibir los sacerdotes, qué formación podrían recibir los nuevos ministros”.
“Se ha hablado de la posibilidad de diáconos locales temporales, se ha hablado de cómo este ministerio puede darse a partir de religiosos consagrados. Se ha dicho que no se debe caer en el error de una respuesta meramente funcional a esta petición de poder celebrar la Eucaristía. Sería un error dar una explicación funcionalista del sacerdocio”.
En cuanto a la propuesta de instituir “nuevos ministerios, nuevos caminos, se ha subrayado mucho que nace del riesgo de que existan cristianos de primera y de segunda clase, quienes participan en la ceremonia eucarística y pueden recibir la comunión y quienes no”.
Por lo tanto, “la pregunta es esta: ¿Cómo llevar la eucaristía a estas poblaciones que no son de segunda clase? ¿Cómo hacer llegar la Palabra de Dios por medio de la Eucaristía? Esta petición viene de comunidades que se encuentran sin guía espiritual, sin posibilidad de celebrar la eucaristía. Estas comunidades ya proponen a personas que se han ganado el respeto por su vida moral al servicio de los demás que podrían acompañar a las poblaciones en comunión con la Iglesia local”.
Los padres sinodales pusieron de relieve que “si la Iglesia vive de la Eucaristía y la Eucaristía edifica la Iglesia, son muchos los pueblos que reclaman la presencia permanente y no solo visitantes. Se ha establecido la diferencia entre una Iglesia visitante y una Iglesia permanente”.
El medio de comunicación de la Santa Sede, Vatican News, también publicó un resumen de la 3ª Congregación General en el que se afirmó que en las intervenciones en el aula sinodal “se reflexionó sobre la importancia de una Iglesia de comunión que incluya mayormente a los laicos, con el fin de que su contribución sostenga la obra eclesial”.
“La complejidad de la vida contemporánea, de hecho, exige competencias y conocimientos específicos ante las que los sacerdotes no siempre pueden ofrecer todas las respuestas. Por eso, ante los numerosos desafíos de la actualidad (secularismo, indiferencia religiosa, proliferación vertiginosa de las iglesias pentecostales), la Iglesia debe aprender a consultar escuchar cada vez más las voces del laicado”.
“Repitiendo que el celibato es un gran don del Espíritu para la Iglesia, algunos padres sinodales han pedido que se piense en la consagración sacerdotal de algunos hombres casados, los llamados ‘viri probati’, evaluando pasado el tiempo la validez o no de tal experiencia”.
En cualquier caso, se resaltó la importancia de “poner en valor la vida consagrada y promocionar las vocaciones autóctonas junto con la posibilidad de elegir ministros autorizados para la celebración de la Eucaristía o de ordenar diáconos permanentes que, en equipo, acompañen a los pastores, y puedan administrar los sacramentos”.