Ominosa Tendencia vs Periodismo en México: AH

Asesinato de periodistas: en México, la prensa es la única fuente de justicia.

En México, quienes están fuera de la ley no le temen a las autoridades, le temen a los periodistas. Es por eso que son blanco de ataques que ya han cobrado ocho víctimas fatales este año.

 

Por Anabel Hernández, columnista de DW.

(DW, 020819).- El martes 30 de Julio fue encontrado el cuerpo sin vida de Rogelio Barragán dentro de la cajuela de su propio vehículo en el estado de Morelos, una localidad vecina a la Ciudad de México. Estaba visiblemente golpeado en la cara y la cabeza y su cuerpo envuelto en una cobija. Su familia lo buscaba desesperadamente desde el día anterior.

 

Rogelio tenía 49 años, era periodista y dirigía un portal de noticias llamado Guerrero al Instante. De acuerdo a versiones publicadas por periódicos locales  fue amenazado previamente  por su trabajo informativo y al intentar ponerse a salvo lo habrían interceptado y asesinado.

 

Es el octavo periodista asesinado en México en 2019 y, aunque no es un país en guerra abierta, desde hace diez años es el lugar más peligroso del mundo para ejercer el periodismo de acuerdo a la UNESCO. Este año también fueron masacrados los periodistas Norma Sarabia, Francisco Romero, Telésforo Santiago, Jesús Eugenio Ramos, Rafael Murúa, Omar Iván Camacho y Santiago Barroso.

 

Ellos son parte de la lista de más de 158 periodistas ejecutados en los últimos 18 años, y hasta ahora sus homicidas siguen libres como en el 99 por ciento de los otros casos. No se trata solo de homicidios -la gran mayoría previamente fueron torturados- sino de escarmientos públicos a quienes se atreven a ejercer la libertad de expresión y proteger el sagrado derecho a la información de la sociedad. Por cada periodista muerto en México son silenciados indirectamente decenas.

 

Los periodistas muertos en México no solo son una vergüenza para mi país, sino para la comunidad internacional que hasta la fecha se escandaliza, se conmueve, pero no quiere o no encuentra la forma de evitar que esto siga sucediendo impunemente en un país que formalmente es un régimen democrático, no una dictadura o “estado fallido”. Y es la primera potencia económica de Hispanoamérica y una de las 15 principales economías del mundo.

 

En el gobierno de Vicente Fox (2000-2006) fueron asesinados 36 periodistas. Durante el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) 47. Con Enrique Peña Nieto (2012-2018) 66 y en los nueve meses de gobierno del presidente de izquierda Andrés Manuel López Obrador han sido ejecutados 9 periodistas, en promedio 1 al mes. De seguir esta tendencia este sería el año con más periodistas muertos en un país en las últimas décadas.

 

Pese a esto, al igual que sus antecesores, el gobierno de López Obrador no actúa para resolver los crímenes contra los periodistas. Y no solo eso, sino que no emite ningún pronunciamiento público. El 18 de junio pasado, el Comité de Protección a Periodistas de Nueva York (CPJ por sus siglas en inglés) organizó la Cumbre de Libertad de Prensa en México. Pospuso el evento durante cinco meses esperando la respuesta del presidente para asistir al evento. La oficina del presidente ni siquiera respondió.

 

En marzo pasado, el Secretario General de Reporteros sin Fronteras, Christophe Deloire, también buscó un encuentro directo con el Presidente para hablar de la alarmante situación de riesgo de los periodistas. Viajó desde Europa para el encuentro que le había sido confirmado, pero López Obrador nunca lo recibió.

La historia de la violencia contra los periodistas en México es mi propia historia, y la historia de cientos como yo en mi país. Yo he sobrevivido para contarla, muchos otros amigos y colegas no.

 

Fue a partir de 2008 cuando las cifras de periodistas asesinados en México comenzaron a alarmar  a la comunidad internacional. Por desgracia, la violencia generalizada en el contexto de la guerra entre los carteles de la droga ha desviado durante estos 18 años la atención del verdadero motivo por el que los periodistas están siendo ejecutados, amenazados, censurados y hostigados en todo el país. El gobierno de México constantemente ha utilizado como distractor la violencia de los carteles de la droga como explicación de la violencia contra los periodistas y no es así. Eso no es verdad. No existe ningún dato duro, documentado, de que una cosa esté relacionada con la otra.

 

En lugar de eso, es la corrupción e impunidad generalizada la que explica la violencia contra los periodistas.

 

México es considerada una de las naciones más corruptas del mundo. Aunado a esto o, mejor dicho, justamente por esto, en promedio el 96 por ciento de los delitos que se cometen quedan impunes. Sí, desde el robo de una bolsa en la calle, violación sexual, secuestro, extorsión, homicidios, desvío de recursos públicos, lavado de dinero, hasta el tráfico de drogas.

 

De acuerdo a los últimos estudios oficiales, en el periodo de 2010 a 2016 fueron denunciados 11,5 millones de delitos en México, pero en realidad se cometieron 200,7 millones de crímenes con 151 millones de víctimas, que en su mayoría no presentan denuncias porque no confían en la justicia por los índices de impunidad. El caso de los secuestros es paradigmático. De 2010 a 2016 se denunciaron 1.131 secuestros en México, pero según las estadísticas del gobierno realmente ocurrieron 66.842 casos; es decir el 98 por ciento no fue denunciado.

 

La prestigiada Universidad de las Américas publicó en 2017 que en 26 de los 32 estados que conforman la república mexicana el sistema de justicia está colapsado. No funciona. El director de la universidad que ordenó hacer el estudio, Alejandro Gertz Manero, es el actual Fiscal General de la República.

 

Esto significa que quienes cometen crímenes de todo tipo en México saben que cuentan con una impunidad garantizada. A los políticos y funcionarios públicos no les preocupa que puedan ser sancionados por su colusión con el narcotráfico ni robo de recursos públicos, del mismo modo que no le preocupa a quien secuestra personas, extorsiona o trafica droga.

 

Pero, aunada al crecimiento del crimen y la impunidad en México hay una fuerza social que ha crecido para hacer un esfuerzo sobrehumano de contrapeso: el periodismo independiente. Es gracias a los periodistas mexicanos y no a las instituciones de gobierno o justicia, que en los últimos 18 años se han revelado los mayores casos de abusos de derechos humanos, masacres cometidas por el ejército y las policías federales y locales; desvío de recursos públicos, crímenes de pederastia cometidos por miembros de la iglesia, clase política y empresarial, y colusión de funcionarios públicos de todos los niveles con el crimen organizado. A través del periodismo, los criminales no son protegidos por su anonimato, sino que sus nombres son conocidos públicamente.

 

Podría escribir decenas de columnas enumerando los casos de investigación periodística en México cuya información ha marcado una diferencia sustantiva y han brindado a la sociedad la justicia moral que significa tener acceso a la verdad, mecanismo histórico para la rendición de cuentas.

 

Esto significa que quienes están fuera de la ley no le temen a las autoridades, le temen a los periodistas. Es por eso que son los periodistas el blanco de los ataques, ataques que en más de 60 por ciento vienen de alguna autoridad, según lo ha documentado durante años la organización Artículo 19, demostrando que no son los narcotraficantes quienes principalmente matan o amenazan a los periodistas, sino funcionarios del gobierno o políticos.

 

El aumento de la violencia contra los periodistas y medios de comunicación independientes no solo crece en México, sino en todo el mundo. De acuerdo a un informe de la UNESCO publicado en 2018, en los últimos 10 años habían sido asesinados mil diez periodistas en todo el mundo, siendo México el país con más homicidios. El 89 por ciento de los casos queda impune en todo el mundo.

 

El 55 por ciento de los asesinatos ocurrió en países que no estaban en guerra, y el común denominador es que las víctimas estaban escribiendo reportes sobre corrupción. Pienso que sus muertes son el resultado de un fenómeno similar al que sucede en México. Por ello salvaguardar el trabajo del periodismo libre, riguroso e independiente es un deber internacional, es igual de valioso que proteger la democracia de un país o la vida de sus ciudadanos. Porque en países como México el periodismo es la única fuente de verdad, y por lo tanto, de justicia. Y solo a través de la verdad puede haber rendición de cuentas.

 

 

La periodista y autora Anabel Hernández escribe desde hace años sobre los carteles de la droga y la corrupción en México. Después de amenazas de muerte, tuvo que abandonar México y desde entonces vive en Europa. Por su trabajo recibió el premio DW Freedom of Speech Award 2019 en el Global Media Forum de la Deutsche Welle en Bonn.

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